Desde hace unos meses, está disponible Un Suelo Lejano en Cine.AR para los espectadores argentinos. En su momento de estreno entrevisté a su director y guionista Gabriel Muro. Como más vale tarde que nunca, a continuación nos cuenta sobre su formación y el proceso para hacer su primer documental.
Cuéntanos cómo llegaste al cine
Soy parte de una generación que se crió rodeada de pantallas, aunque en una época inmediatamente previa a la asfixiante expansión de Internet. En mi caso, que nací en 1984 (pleno año orwelliano), cuando en la adolescencia empecé a explorar el universo del cine, lo hice frecuentando los ciclos de la Sala Lugones y los videoclubs especializados, lo cual alimentaba mi pulsión escópica. Estas primeras fascinaciones fueron lo que, más tarde, me decidieron a hacer algunos cursos de cine mientras, simultáneamente, me metía a estudiar sociología en la UBA.
¿Qué películas movilizaron tu inquietud por el cine?
Mi primer encandilamiento fue con Kubrick, con Buñuel, con Fellini, con Orson Welles, con Pasolini. Más tarde, Frederick Wiseman, Harun Farocki, Chris Marker, Agnès Varda, me mostraron que el cine documental era algo mucho más vasto de lo que creía. En ese sentido, la palabra “documental”, que es un término confuso, ya que no toda película documental trabaja con documentos, me parece muy sugestiva, porque a mí, particularmente, me interesa mucho el trabajar con documentos históricos. Me considero, ante todo, un investigador que utiliza diversos medios para llevar a cabo sus investigaciones.
Mi amor por el cine, mi cinefilia, no es un amor exclusivo. Convive con otras “filias”, como el amor por la sociología, la filosofía y la pintura. Por eso, me atrae ver y hacer un cine más bien impuro también.
¿Cómo llegaste a escuchar de Nueva Germania por primera vez?
No recuerdo exactamente cuándo escuché hablar de Nueva Germania, pero debe haber sido a través de mi interés por la obra filosófica de Nietzsche. Mi idea original consistía en hacer una película contando varias historias sobre comunidades utópicas, de izquierda y de derecha, en distintos lugares del mundo. Sin embargo, el caso de Nueva Germania me pareció el más significativo, y me di cuenta de que requería de un abordaje más extenso.
Por eso me decidí, junto al equipo de Palta Films, a empezar a viajar a Paraguay para investigar sobre el tema y comenzar a filmar. Es valiosa la visión de José y de la película sobre la filosofía como una herramienta de cambio, aunque no la única.
¿Cómo fue trabajar esa idea para el guion?
La película se enriqueció muchísimo cuando entró a formar parte José Manuel Silvero Arévalos. En principio, yo solo quería hacer una película observacional sobre Nueva Germania, pero me pareció muy atractivo combinar la observación del lugar con el punto de vista de un filósofo paraguayo. Para ello, no podría haber encontrado a alguien mejor que José Manuel, quien de hecho ya había estado antes en Nueva Germania dando una charla.
Lo que hicimos en la película fue recrear ese viaje en el marco de los festejos anuales que conmemoran la fundación del lugar. Para mí, José Manuel es un filósofo muy singular que tiene una gran capacidad para sacar a la filosofía fuera de la universidad y acercarla a los campesinos, animando la reflexión y la discusión en lugares donde el acatamiento silencioso de las jerarquías sociales tradicionales suele ser la norma. Además, José Manuel es músico y un poco actor, lo que nos dio mucha libertad a la hora de desarrollar el guion y la puesta en escena. El abordaje filosófico de la política por parte de José atraviesa incluso lo fisiológico y es tratado el vegetarianismo por parte de la hermana de Nietzsche.
¿Qué diferencia notaste, si la hubo, en la dieta de los residentes de Nueva Germania hoy en día?
La cuestión de lo fisiológico es central tanto en la historia de Nueva Germania como en la obra de Nietzsche. Bernhard Förster, el esposo de Elisabeth y quien tuvo la idea de crear una comunidad aria en plena selva paraguaya para preservar la pureza de la raza, era también un vegetariano fanático. Su idea de crear una comunidad germana, antisemita y vegetariana la había tomado de Richard Wagner, al que Förster frecuentaba en Alemania.
Wagner, en sus últimos años, se había convertido en un ardoroso vegetariano y pensaba que los males de la humanidad provenían del consumo de carne animal, práctica que consideraba abyecta. Como se sabe, Friedrich Nietzsche también trabó amistad con Wagner, pero luego se distanció de él, al mismo tiempo que se distanciaba del germanismo y del vegetarianismo. También la obra de Nietzsche está recorrida por una gran atención hacia lo fisiológico, hacia la alimentación, hacia la salud del cuerpo, cuestiones que provenían del positivismo de su época, pero que a la vez lo superaban y lo desbordaban. Por lo tanto, todas estas cuestiones debían ocupar un lugar central en la película. En primer lugar, porque la Nueva Germania actual está muy lejos de practicar el vegetarianismo propugnado por sus “padres fundadores”.
En la película hay todo un juego de contrastes entre lo que pretendía ser la Nueva Germania original, cuya utopía era también alimentaria (el ideal de pureza también tocaba a la alimentación), y la Nueva Germania actual, absorbida o devorada por la ruralidad paraguaya, donde el consumo de carne animal, ya sea carne vacuna o carne de gallina, es parte esencial de la dieta. Además, el propio José Manuel Silvero Arévalos viene abordando cuestiones relacionadas con lo fisiológico y la influencia del higienismo en el Paraguay de fines del siglo XIX, especialmente en su libro “Suciedad, Cuerpo y Civilización”. También en este sentido la inclusión de José Manuel en la película fue determinante, porque me permitió articular la pregunta sobre la fisiología y la alimentación en general con el papel del higienismo en particular, centrado en el caso
concreto de Paraguay.
Gabriel Muro |