jueves, 31 de agosto de 2023

Huesera (2022). La maternidad será deseada o no será…

 


Por: Maricruz Gómez

Huesera (México - Perú, 2022), ópera prima de Michelle Garza Cervera (CCC), inicia con una pantalla en negro y el sonido de cohetes, campanas, canto de aves, de algo que se arrastra y el pujido de una mujer. Después vemos las piernas de alguien que sube una escalinata de rodillas con un cojín bajo éstas, mientras escuchamos, en una voz femenina, el Padre nuestro y miramos la espalda de Valeria (Natalia Solián), para después escuchar el cántico de La Guadalupana, mientras que entre las copas de los árboles se devela el rostro dorado de la “Morenita del Tepeyac” y entre sus palmas brilla el sol. Las voces continúan y vemos el rostro de la protagonista con un gesto entre la desaprobación y el esfuerzo de subir la inmensa escalinata que la llevará a los pies de la monumental Virgen de Guadalupe de 33 metros de altura, ubicada en Ocuilan, muy cerca del centro de peregrinaje en el poblado de Chalma, en el Estado de México. Escuchamos el hipnótico cántico al mismo tiempo que la toma se abre provocando el vértigo de quien mira, para mostrarnos la inmensidad de dicha figura que es símbolo del amor maternal.

El tema central de este film de horror psicológico es la maternidad como precepto impuesto de tal modo que parece un deseo y una decisión propia, autónoma y un “instinto natural”. Al mismo tiempo es planteada como una situación que limita, anula y significa pérdidas y renuncias. Por esto, la película nos lleva a reflexionar: ¿todas las decisiones que tomamos las mujeres sobre nuestras vidas y cuerpos son en realidad producto de nuestra agencia?, ¿es la maternidad un acto voluntario en un contexto cultural cuyo mandato es ser madre como la única vía de realización posible para las mujeres?, ¿cuáles son las pérdidas que implica para Valeria su maternidad?

El film cuenta de manera lineal, con un flash back, desde que Valeria, acude a pedir el milagro de la maternidad en compañía de su madre Maricarmen (Aída López) y su tía Isabel (Mercedes Hernández); hasta el momento que debe tomar una decisión sobre el rumbo de su vida. También narra el proceso de su embarazo, durante el cual se hacen evidentes las renuncias que debe aceptar debido a su condición y le ponen de frente aquello que ha tenido que ocultar de sí misma para tener esa vida idealizada y lograr la aprobación de otros. 

Así, a manera de contraste, vemos correr a la Valeria adolescente mientras grita al ritmo de una canción de PUNK rock: “No me gusta la domesticación…”, y después, a la protagonista adulta embarazada, en un rincón del cuarto que antes fue su taller,  símbolo de su independencia, y que ahora será el de su bebé, meciéndose en una silla con cierta tristeza en el rostro.

El embarazo de Valeria, en un primer momento, parece un deseo y decisión autónoma, pues ella y su esposo Raúl (Alfonso Dosal) se muestran felices cuando se enteran, pero no pasará mucho tiempo para que, mientras hace los preparativos para recibir a su hijo o hija, ella comience a sentirse angustiada y agobiada al notar que aún antes de nacer su hijo (a), ha comenzado a limitar su campo de acción y a bloquear aquello que ella disfrutaba y le brindaba seguridad e independencia económica.

El tema de la película deriva, de acuerdo con la directora, de su luto ante la pérdida de su madre y la reflexión sobre las maternidades en su familia, en especial del hecho de que una de sus abuelas tomó la misma decisión que Valeria. También de su experiencia ante el libro Mujeres que corren con lobos de Clarissa Pinkola y particularmente del relato “La Huesera” que trata de una mujer que recolecta huesos de animales que habitaron en el desierto y que para Garza también habla de los procesos difíciles y dolorosos que no quieres ver contigo misma y que te causan temor, de ahí que la realizadora retomó la idea para el título.

Se ha especulado sobre si Huesera es una película con una postura feminista, lo cual es difícil de determinar; sin embargo, la perspectiva crítica sobre la maternidad, la conformación de su crew, predominantemente compuesto por mujeres, y el guion escrito en colaboración con la también novelista Abia Castillo (CCC - Sogem), quien es autora de la novela No me cerrarán los labios: Una novela sobre Hermila Galindo, feminista y revolucionaria (Penguin, 2021), marca claramente la posición política de Garza.

En esta obra predominan las referencias a representaciones de la maternidad en nuestra cultura, por ejemplo, la madre abnegada (Virgen de Guadalupe), la madre castrante o como lo menciona la curandera Úrsula (Martha Claudia Moreno), la araña que es madre y depredadora a la vez, cuya referencia en forma de telaraña también es recurrente, lo que revela el detalle en la elección de las locaciones (redes, rejas y tejidos) y las imágenes como el puente por el que camina Valeria, las sillas que ella misma elabora o el diseño de la cobija que teje para el bebé que espera.

Este símbolo también se muestra en la escena de La Llorona (México, 1960, René Cardona), que Valeria mira junto a sus sobrinos, en alusión a la figura de esta leyenda tradicional de la mujer que siendo madre antepone sus emociones y pasiones al supuesto instinto maternal, que debería estar presente en todas las mujeres, sólo por el hecho de ser seres con corporalidades capaces de gestar. En ese sentido, también aparecen las plantas llamadas mala madre que cuelgan en el departamento de Valeria y Raúl y que aluden a la opinión que su familia tiene sobre Valeria y su (in) capacidad de maternar y cuidar de otros, por ejemplo, el hijo de la vecina y sus propios sobrinos.

Otra referencia es el tradicional festejo del 10 de mayo, al que Valeria se dirige para celebrar a su madre sin un regalo y en el que también es felicitada por su actual condición. También aparece la madre soltera o “luchona”, esa que se mal mira a nivel social y en ocasiones es ridiculizada, aquella que por muchos años se le ha señalado como la causante de los males de la sociedad, sin reparar que el padre abandonador también está implicado. Así vemos como Vero (Sonia Couoh) es una madre que se encuentra a cargo de su hijo e hija y que siente limitado su campo de acción, pues no puede ir a una fiesta porque debe cuidar a sus hijos, también porque, como le reprocha Valeria, vive al amparo de sus padres.

Para la decoración de la habitación de su futuro/a hijo/a, Valeria elige los colores amarillo y verde, que en principio pueden considerarse neutros en relación con el género del bebé, pues inicialmente desconoce si nacerá un niño o niña, por lo que el amarillo se puede interpretar como luz y felicidad y el verde como esperanza y nueva vida. Sin embargo, son los colores del manto de la Virgen de Guadalupe, referencia que aparece continuamente y casi al final nos anticipa la decisión que toma la protagonista, cuando una Valeria, a manera de doble, porta la cobija-manto de su bebé, misma que le menciona la curandera, es lo que la mantendrá unida a su hijo (a).

Michelle Garza nos plantea que la “feliz espera”, puede no ser así para todas las mujeres, como se supone a nivel social; y que, por el contrario, para algunas es una pesadilla, una situación que les provocar sufrimiento y miedo; incluso afecta la salud mental de las mujeres y desencadena procesos de angustia, psicosis puerperal y depresión posparto.

Lo que detona el malestar en Valeria ocurre cuando se encuentra desmontando su taller, ese cuarto propio del que escribió Virginia Woolf, y se asusta al ver una araña; para quien mira el film es el momento en el que ella comienza a darse cuenta de las renuncias que implica el embarazo y ser madre, por ejemplo, cambiar sus hábitos, hacer a un lado lo que le gusta y renunciar a esa habitación que representa independencia económica y realización personal y profesional.

De este modo, su departamento se irá convirtiendo en una cárcel y el bebé será más importante que ella y sus necesidades, al grado que su esposo Raúl considera la posibilidad de confinarla en un psiquiátrico para preservar la vida del bebé. Al respecto, la psicóloga Juana Armanda Alegría explicó en su libro "Psicología de las mexicanas" (Samo, 1974), que se cree que en nuestra cultura mexicana la figura máxima hacia la que se profesa amor y respeto es la madre, pero ella en su (ab) negación no hace otra cosa que colocarse en último lugar ante el resto de los integrantes de la familia, por lo que termina siendo anulada por otros y autoanulándose. ¿Será esto lo que tanto aterroriza a Valeria?, dejar de ser y existir para ella y para otros, pues en la escena en la que después del parto, mientras la vemos cansada y agobiada, Raúl sostiene a su hija feliz, evidenciando que ella al parir ha dejado de ser el centro de atención de él y del resto de las personas.

Es a partir de la escena en la que Valeria mira desde su balcón a una mujer con el rostro borrado, y que hace movimientos en los que podemos escuchar el chasquido de sus huesos, que ella comienza a sentir que está en peligro, pues queda asustada e impresionada cuando ve que dicha mujer salta de su balcón, como una forma de escape, y se rompe los huesos de las piernas, representación simbólica de que la protagonista cae en cuenta que su vida cambiará y que su andar será difícil y doloroso, tanto que ir hacia sus metas le será casi imposible; de la situación no hay salida sino es sufriendo daño y dolor.

Para Norma, suegra de Valeria, la “locura” de la protagonista es normal, porque cuando las mujeres se convierten en madres sienten que se están partiendo en dos, referencia al doble malvado que se ha comenzado a revelar sin rostro; y que en el parto las mujeres sienten que se les parten los huesos, por lo que es común sentirse aterradas; sin embargo, no se habla de ello porque ante todo, vale pena ser madre. En contraste, Norma le desea a su hijo Raúl que se rompa la pata, como una forma de desearle buena suerte en su trabajo; así mientras que para una romperse las piernas dificulta el avance, para otro, es que todo irá bien.

La figura de la mujer rota también remite al relato de Simone de Beauvoir, en el que Monique la protagonista, vive con dolor que no se le valore como esposa y madre, y que todo lo que ha hecho por las otras personas y su entrega, la han dejado vacía para sí misma y aunque tiene la necesidad de ser auténtica, la presión social no se lo permite. En resumen, dicho texto señala las condiciones que han llevado a las mujeres a vivir sometidas en un mundo que espera de ellas actitudes y comportamientos considerados ideales, pero que no les permiten ser ellas mismas, ¿será por ello que la doble de Valeria ha perdido su identidad y su rostro se encuentra borrado?

Así, otra norma impuesta es la heterosexualidad, necesaria para ser madre, después de un flash back hacia la adolescencia de Valeria conocemos esa parte de su vida que ha preferido ocultar y olvidar, pero que justo el día de las madres se le aparece en la calle, Octavia, antigua amiga y amante; después de ver a una mujer sin rostro atrapada en un balcón. A partir de su reaparición Valeria se cuestionará si debe seguir con la vida ideal que se ha procurado o ir detrás de lo que en realidad desea.

Garza no sólo se encarga de denunciar la presión social de la que las mujeres somos objeto en una edad en las que se nos considera “reproductivas” y en la que suelen sugerirnos que seamos madres para que no se nos “pase el tren”. También muestra la violencia obstétrica que vive Valeria cuando la enfermera le muestra la aguja con la que va a suturar su cuerpo roto debido al parto, mientras le dice: "Sólo van a ser unas puntaditas…”

Es difícil dejar pasar la referencia a El bebé de Rosemary (Roman Polanski, EEUU, 1968), en la que la protagonista también se vive en riesgo de muerte y pérdida, por su condición gestante. En esta también vivimos con ella la angustia de ver aquello con lo que está conviviendo con ella cotidianamente y que representa un peligro. Tanto allí como en Huesera, el sonido es importante para crear una atmósfera inquietante y mantenernos al filo del asiento. A diferencia de Valeria, Rosemary decide seguir el mandato de la maternidad, aún cuando su hijo representa para ella lo monstruoso.

La maternidad se muestra como un mandato social de género que se encuentra tan arraigado en la psique de las mujeres que nos parece un deseo propio; no obstante, para algunas se devela como ajeno durante el embarazo o posterior al parto, lo cual tiene una carga social en forma de rechazo, crítica, burla, en suma actos discriminatorios y violentos; y también tiene una afectación en el bienestar mental en forma de trastornos que pueden llegar a ser incapacitantes y causa de exclusión social y medicalización.

La independencia de las mujeres se ve afectada, pues a diferencia de los hombres, ellas pueden perder su fuente de ingreso por su condición gestante y en consecuencia su independencia económica, pues la maternidad las obliga a anteponer el cuidado de las infancias, lo que las limita en ámbitos como el esparcimiento y el uso del tiempo libre, que son importantes para su bienestar físico y mental. A pesar de que en el siglo actual se habla de los derechos que las mujeres hemos ganado y de que nuestra inserción en materia laboral es un gran logro, es un hecho que el trabajo de cuidado de otras personas, es aún poco valorado; las brechas salariales existen, lo mismo que la doble jornada y el techo de cristal. También permanece el estereotipo del trabajador ideal 24/7, que es hombre y no tiene la obligación de cuidar hijos(as), ni personas ancianas.

Para algunas mujeres, las renuncias a las que lleva la maternidad también impactan su identidad, como en el caso de Valeria, las puede llevar a negar o a renunciar permanentemente a sus deseos y sueños, a concebirse de otra forma que puede ser tan opuesta que conlleva sufrimiento, dolor y angustia. También, como a Verónica, llevarlas y perpetuarlas en un estado de dependencia económica y de permanecer bajo la tutela de los padres, familiares, maridos y en algunos casos, del Estado.

Huesera habla del horror ante la amenaza de la pérdida de la identidad que viven algunas mujeres, ahora llamadas “madres arrepentidas”, quienes al enfrentarse a la maternidad con sus hijos e hijas en brazos, se percatan de que la decisión de ser madres no fue autónoma y propia, sino un condicionamiento social y un deseo de otros que les implica renuncias, límites y sinsabores, la parte oscura de la maternidad que aniquila el ser de las mujeres, no de todas, sólo de aquellas que se ven obligadas a serlo. Es así que Valeria logra salvar a su hija de ella misma, de esa otra mujer que ahora tiene rostro y que prefiere seguir su vida y sus sueños, por lo que renuncia a la maternidad forzada.


miércoles, 5 de abril de 2023

Reseña: La ballena de Darren Aronofsky

 Por Maricruz Gómez

La ballena (The whale, EEUU,2022), sigue durante cinco días a Charlie, un profesor de inglés que imparte clases en línea, quien intenta reconciliarse con Ellie, su única hija, la adolescente rebelde. Él vive confinado en su departamento debido a la obesidad mórbida que padece por lo que es dependiente del cuidado y sobreprotección que le brinda Liz, amiga y enfermera interpretada por Hong Chau.

Este es el noveno film en la carrera del director y guionista estadounidense Darren Aronofsky, reconocido por realizar películas perturbadoras en las que sus protagonistas se enfrentan a situaciones límite que los hacen sentir angustia y dolor. Entre las más conocidas encontramos Pi: El orden del caos (1998) y El cisne negro (2010). 

La ballena es la segunda adaptación que Aronofsky lleva al cine. Hace más de veinte años presentó Réquiem por un sueño (2000). La misma fue reconocida con varios premios como la Espiga de Oro obtenida en el Festival de Valladolid. En esta ocasión, la adaptación de la novela y puesta en escena homónima y autobiográfica de Samuel D. Hunter, es protagonizada por Brendan Fraser, quien después de participar en filmes para gran público como George de la selva (1997) y la saga de La momia, regresa al cine con una interpretación merecedora de seis minutos de aplausos en el Festival Internacional de Venecia donde se estrenó en septiembre del año pasado, además de hacerse acreedor de varios premios de la crítica y dos Oscar a mejor actor (Fraser) y maquillaje / peluquería.

Aronofsky y él nos van revelando poco a poco los hechos y personajes que intervienen en la historia personal de Charlie, lo que nos permite entender por qué alguien llegaría a una situación como la que él tiene. También nos muestra la forma masoquista en la que él trata de compensar a su hija (Sadie Link), el abandono del que fue objeto a los 8 años, cuando él decidió ir tras su felicidad al lado de la persona que él considera el amor de su vida.

El drama humano nos presenta varias interrogantes: ¿cuidar y alimentar implica sólo procurar la salud, el bienestar y la vida?, ¿podemos salvar a alguien que no desea, ni necesita ser salvado? y ¿de qué manera los excesos nos llevan a formas de suicidio encubierto, lentas y dolorosas que tienen como objetivo expiar culpas? Sin duda es una película que acude al espectáculo del dolor, la angustia y la culpa, sin llegar a la manipulación emocional de quien mira el film. También cuestiona si los actos bondadosos pueden ser a la vez destructivos y viceversa.

Debido a que muestra todo aquello que padece Charlie en cuerpo y alma, y que las personas que interactúan con él lo miran y expresan con gestos y palabras el asco, desprecio y lástima que les produce, haciéndonos partícipes, de alguna manera, de la gordofobia que impera en nuestras sociedades. Por esto se le ha criticado fuertemente, debido a la representación que hace de los cuerpos que no corresponden a la normatividad y estereotipos de belleza hegemónicos.

Por una parte, al realizador se le ha reconocido el excelente trabajo de maquillaje, efectos especiales e interpretación actoral para mostrarnos el sufrimiento y discapacidad de una corporalidad de más de doscientos kilos. Por otra, se le ha criticado debido a que no recurrió a un actor de talla grande para interpretar el rol de Charlie y sí a uno que fue reconocido por su aspecto físico estereotipado y que transformó su corporalidad, reafirmando así la idea de que este film tiene como base una actitud gordofóbica por parte del realizador, aunque pretende mostrarnos que no sólo él o quienes la miramos lo somos, sino que es un prejuicio hondamente arraigado en nuestra sociedad.

El director pone de nuevo frente a nuestros ojos cómo los excesos de comida, de cuidado, de desdén, o cualquiera que sean estos, constituyen una forma de paliar el dolor emocional y sanar la culpa por haber vivido la vida que soñamos tener algún día, a costa del sufrimiento de las otras personas.

martes, 7 de febrero de 2023

Preseleccionadas para la 8va edición de la Guayaba de Oro (2022-2023)

Alis (Nicolas van Hamelryck y Clare Weiskopf)
All about my sisters (Qiong Wang)
Aftersun (Charlotte Wells)
Argentina, 1985 (Santiago Mitre)
Barrio modelo (Mara Pescio)
Camuflaje (Jonathan Perel)
Elvis (Baz Luhrmann)
Everything Everywhere All At Once (Dan Kwan y Daniel Scheinert)
Great Freedom (Große FreiheitSebastien Meise)
Good luck to you, Leo Grande (Sophie Hyde)
Guillermo Del Toro's Pinocchio
Home is somewhere else (Carlos Hagerman y Jorge Villalobos)
La ciutat a lavora (Meritxell Colell)
La caja (Lorenzo Vigas)
La muerte no existe y el amor tampoco (Fer Salem)
Licorice Pizza (Paul Thomas Anderson)
Luminum (Maximiliano Schonfeld)
My love affair with marriage (Signe Baumane)
Nudo mixteco (Ángeles Cruz)
O heiropalaistis (Giorgos Goussis)
Papelito (Sebasti{an Giovenale)
Sanctorum (Joshua Gil)
Sirens (Rita Baghdadi)
She will (Charlotte Colbert)
Swallow (Carlo Mirabella-Davis)
Un año, una noche (Isaki Lacuesta)


Algunas consideraciones sobre el proceso de votación y veredictos:

Quienes integramos la Guayaba de Oro nos tomaremos el plazo de tiempo necesario para seleccionar nuestras favoritas en cada una de las doce categorías, similar a como hicimos el año pasado. Esto afianza el objetivo más importante en nuestra reconocimiento: su perdurabilidad durante el paso de los meses y que no se trate solamente del fervor de la temporada de premios.

En cada categoría, los integrantes pueden incluir una obra que haya sido estrenada durante los doce meses previos en plataformas, festivales o salas.

Son elegibles películas estrenadas entre 2019 y 2022, vistas en plataformas o salas durante los doce meses anteriores a enero 2023. 

sábado, 21 de enero de 2023

AMOR Y FURIA (2022), una mirada realista sobre el amor

Por Isis Silva


Lo que se relata con la apariencia de un triángulo amoroso es también una interrogante sobre los privilegios sociales y económicos que impregnan las relaciones amorosas, junto con las contradicciones morales de una clase social donde parece que, aún, a las mujeres, nos toca aprender ciertos límites sobre nuestro comportamiento para evitar las conocidas lecciones. En Amor y furia (2022) Claire Denis nos propone una historia doméstica que empieza entretejer lo individual con lo social, porque el amor también es político. 

El filme abre con una secuencia del mar con imágenes apacibles que contrastan con la música de matices de despedida que escuchamos. Vemos a una Juliette Binoche y a un Vincent Lindon maduros, en lo que parecería una luna de miel. La vida de ambos personajes: Sara y Jean, transita en un estado de domesticidad apacible. Conocemos la rutina donde Sara va a trabajar como locutora en una emisora radial y Jean cumple con el ritual de las compras de víveres, se presenta dudoso ante las complicaciones familiares de su hijo adolescente; y en el medio sumamos la pasión erótica que se desencadena entre ambos con una constancia casi juvenil.

Sara es una mujer de clase media seguramente con estudios universitarios y privilegios culturales: su voz es oída en la emisora donde trabaja. Ella años atrás mantuvo una relación amorosa con François, un hombre de clase media del que no sabemos mucho, que encima es un hombre de negocios y que, por algún motivo, la dejó. A través de él, ella conoce a Jean, en aquel entonces casado, quien luego se convertirá en su actual marido. 

Jean, después de abandonar su carrera como rugbier a causa de una lesión, irá a la cárcel, dejando así a su hijo mestizo (de una madre martiniqueña ausente) al cuidado de la abuela, su madre. Es en la dependencia económica con Sara (recordemos la secuencia donde le pide prestada a Sara su tarjeta de crédito, y la escena donde en una entrevista bancaria deja como domicilio el apartamento de Sara) donde lo social empieza a atravesar las paredes de un amor que parece muy seguro de sí.

El conflicto nace con el regreso de François a la vida de ambos casi diez años después, pues Jean no quiere desaprovechar la oportunidad de negocios que significaría la propuesta de François, pese a lo que eso podría poner en juego en su relación con Sara. Es aquí donde la trama pudiese detenerse y quedar en el rango de un affair: en el caso de Jean, concentrarse en los celos por una posible traición y, en el caso de Sara, limitarnos a vivir su pasión irrefrenable por un viejo amor junto con la pugna moral que eso sometería a una mujer casada, antes esposa que mujer. Pero no. Claire Denis hace de lo doméstico algo político. 

Sin ánimos de un realismo social, la trama está permeada por la realidad económica y los conflictos sociales, no solo de clase, sino raciales y hasta coloniales (la secuencia donde se habla de Frantz Fanon no es en vano). Son las necesidades económicas de Jean las que dan pie a que se ponga en riesgo mortal el amor romántico tejido con Sara. ¿Acaso amor con hambre no dura?  Es en Jean donde se dejan ver las diferencias de una clase trabajadora que debe lidiar con los avatares de una traición amorosa, y sumarle además los conflictos de la reinserción social como exconvicto, las imposibilidades de tener una vida crediticia ante una entidad bancaria, no tener un lugar propio y la incapacidad de entender los problemas de su hijo mestizo y racializado. Ideológicamente él está permeado por un discurso ahistórico que niega los privilegios de otra clase. Una clase a la que pertenecen Sara y François, y a la que él quiere pertenecer.

Si a Sara la persigue la culpa, el desequilibrio por las dudas existenciales de si dejar a su esposo por irse tras François o no; a Jean lo persiguen la crianza de un hijo negro en un país con grandes rasgos coloniales, sus antecedentes penales y los rigores bancarios que le impiden ser una persona con soberanía económica. Si a Sara, como lo dice en uno de sus diálogos, se le ha reaparecido su pasado, a Jean se le ha aparecido su presente con todas las dificultades de la realidad histórica de la que es parte, pero de la que no toma conciencia (vaya demostración la escena donde su hijo le dice que las personas con mayores dificultades son los negros y árabes, y Jean, con un discurso ahistórico e individualizante, lo niega).

Por su parte, Sara no parece poder ver sus privilegios: está demasiado preocupada por sostener el mundo del amor romántico y eterno revestido de recuerdos de su juventud con François; contrastado con otro maduro y genuino ofrecido por Jean, pero igual de romántico que no le satisface del todo. Su celular ahogado en la bañera, ya no el mar apacible del inicio, es también el punto de partida para una nueva vida donde ella no sea el objeto de deseo de nadie y donde pueda quizás transitar una vida más coherente con sus propios deseos, más idéntica a sí misma, y no al de aquellos que dicen amarla. Una vida lejos de los aleccionamientos y venganzas de esa cofradía que suele ejecutar el juicio contra la mujer infiel, la ramera, la puta. Sí, Sara es desafiante, sabe mentir, es infiel, pero no puede engañarse a ella misma. Ni la manipulación de su amante, ni la romanización de su vida de casada pueden detenerla. Es en el quiebre de la idea de pareja perfecta e inmutable, del que parece no saber desprenderse, donde puede hallar su liberación.


Título original: “Avec amour et acharnement”. 117’, SAM 13 R. 

De: Claire Denis. 

Con: Juliette Binoche, Vincent Lindon, Grégoire Colin. Drama. Francia, 2022.