sábado, 24 de agosto de 2019

Los Otros, 18 años después


A Silvana


Hay que atender varios elementos en Los Otros para desentrañar el porqué seguimos descubriendo detalles de la película, 18 años después de estrenada. En 2001, tuvo un éxito considerable de taquilla (más de 96 millones en EEUU y más de 113 millones alrededor del mundo) con el que multiplicó el costo de la producción (17 millones de dólares). La crítica no fue muy efusiva con ella: 74 puntos en metacritic calculados entre 29 textos, y 83% en RottenTomatoes con 161 valoraciones. Es momento, al menos para la afinidad despierta por esta obra, de detenernos en algunos rasgos.

Por un lado, desde los créditos iniciales se nos sugiere que Nicole Kidman y su personaje Grace, representarán a Dios. La simplísima decisión técnica nos invita a intuir esto: una voz en off maternal comienza a relatarle (asumimos que) a sus hijos un cuento para dormir. En el momento en que Dios es mencionado, aparece el crédito "NICOLE KIDMAN in". Podría ser esto una minucia, pero sabemos que, incluso si fuese azarosa esta decisión, todo elemento en una obra nos dice o sugiere algo.

Además, ¿no es efectivamente Grace una suerte de Dios déspota que enseña a sus hijos sobre religión, modales y valores familiares? ¿No es ella quien contiene a Nicholas y a Anna en un mundo de poca luz debido a la fotosensibilidad* de ellos? Ese cuento para dormir, referido en el párrafo anterior, es nada menos que el pasaje sobre la creación de la Tierra. Y si hacemos un paralelismo, Grace comanda su parcela de tierra en medio de la neblina y, nos vamos enterando, que lo hace tras el abandono de su marido.

Ahora, si Grace representa a Dios, Nicole Kidman lo encarna con una actuación que se sostiene aún a pesar de la histeria del personaje. Grace se altera cuando ve que sus dos niños la cuestionan, sobre todo Anna; o cuando ellos están en peligro. La gran fuerza que recae sobre Nicole es que su histeria no está falseada. Basta recordar la mirada de ella cuando las cortinas desaparecen y le grita a los sirvientes. Su actuación reposa, además, en momentos de intimidad donde entendemos el rol que le ha tocado tomar a la fuerza y que muchas tomas de posición por parte de ella provienen de la ignorancia. Si tomamos partido a su favor, es porque sus restricciones hacia sus hijos se enmarcan en la fragilidad de los tres en un mundo en guerra. No olvidemos que la historia transcurre a principios de los años cuarenta.

El segundo punto es fundamental: su esposo está ausente, incluso cuando aparece en escena. Amenábar va dejando pistas, algunas falsas, otras como sorpresas, para acercarnos a lo que ocurre aquí. Una somera lectura psicoanalítica le daría sentido valioso a la niebla densa cuando Grace sale en busca del párroco para que bendiga su casa. Y que aparezca el amor, en vez de la religión, en esta escena es un giro que no esperamos. Pero que tampoco amilana a Grace. “Todos nos rendimos”, le espeta ella a su esposo en una discusión cuando este le dice que regresará a la guerra. “Nuestra vida estaba ocupada. Tu lugar estaba aquí, con nosotros”. Grace termina concluyendo lo que él no es capaz de decir: “No éramos suficiente para ti”.

Hasta ahora hemos entendido a la protagonista como una mujer fuerte y resuelta, aún en lo amoroso. Nos equivocamos. Es una mujer compleja y llena de fragilidades. Aquí recae la que podría ser la mayor maravilla de la película. Varias veces, por lo menos dos, Anna (Alakina Mann) refiere que “mami se volvió loca” una noche. Poco a poco captamos en qué consistió esta locura.


Quien haya visto la película recordará que hay tres versiones de lo que le ocurrió a Grace. Las tres coinciden. Una noche, después de que los sirvientes se fueron, Grace se alteró, asfixió a sus hijos con una almohada, luego tomó la escopeta y se suicidó. La primera vez que nos enteramos de esto es por Anna. Sus palabras pueriles para narrarlo no le restan fuerza a un detalle. Supimos desde el inicio que ambos niños llevan consigo una condición: son fotosensibles. La exposición a la luz los puede matar. Las dos veces que esto es mencionado en la película, es llamado así: <>. La propia señora Mills y el señor Tuttle, los sirvientes, le dicen a Grace que la <> de sus hijos puede haber cambiado. Así, condición y locura se van hermanando de forma paralela, pero Amenábar nunca las vincula directamente.

A su vez, hay dos quiebres en la película. El primero proviene de un diálogo. La señora Mills (Fionnula Flanagan) se reúne con el señor Tuttle y dice con leve sorna “ahora ella piensa que la casa está embrujada”. Para nosotros, espectadores, que venimos viendo las manifestaciones de “los otros” (el sonido de susurros muy leves y de pasos en el piso de arriba, puertas que se cierran solas); esta línea desplaza la otredad y estrecha cierto carácter cómplice entre los sirvientes y nosotros. No olvidemos el comienzo de la película: Grace pone en duda la procedencia de ellos porque no era factible que alguien se enterara de que ella buscaba ayuda con el mantenimiento de la casa.

El otro quiebre ocurre frente al espejo. Cuando Grace se enfrenta con su propia hija porque ve a otra persona vistiendo la ropa de comunión para su primogénita. Aquí, la cámara hace un movimiento lateral brusco hacia el reflejo de la protagonista. En este punto, entendemos y sentimos que el verdadero enfrentamiento del personaje es consigo misma. Con nadie más.

Al final, la escena en la que sabemos del crimen cometido por Grace es clave para entender que estamos ante una obra maestra del cine. En voz de la protagonista nos enteramos de lo que ocurrió. Con un plano a la altura del piso, y entre claroscuros, el personaje está sentado con sus hijos, uno a cada lado de ella. Les sostiene sus cabezas. Su confesión procede así, entre susurros:


"Primero, no podía entender... qué hacía con la almohada en mis manos... por qué ustedes no se movían. Luego lo supe. Ocurrió: había matado a mis hijos. [suspiro] Tomé el rifle. Apunté mi nuca y halé el gatillo. Nada... luego escuché sus risas en la habitación. Estaban jugando con las almohadas como si nada hubiera ocurrido. Y pensé para mí: el Señor en su gran misericordia me estaba dando... otra oportunidad, diciéndome: No te rindas, sé fuerte, sé una buena madre. Pero entonces... pero ahora... Ahora, ¿qué significa todo esto? ¿Dónde estamos?"**


El detalle crucial aquí es la línea de la pared donde están apoyados. Es una que va por detrás de la cabeza de Grace, como atravesando su razonamiento. Sus palabras no responden a una religión, ni a una condición mental o una patología. Responden a lo que significa ser humano frente a sus hijos: reconocer su error. Dejados a un lado los conceptos morales, las leyes divinas y los prejuicios psicológicos, Grace se reconoce humana. ¿Cómo lo notamos? El plano estático de esta confesión da lugar a tres tomas que sugieren movimiento: la complicidad con la señora Mills y las preguntas de los hijos que cierran con la reflexión de Grace "No soy más sabia que ustedes". En una película donde caben muchas lecturas y donde los objetos tienen un significado tremendo (las puertas, las llaves y los espejos en particular, además de las cortinas); Amenábar se permite ciertas ambigüedades, pero su sentido es diáfano: Grace finalmente se entiende a sí misma y ama a sus hijos, pero reconoce también que dudar es válido. Si lo que se dice del mundo exterior ha sido importante para encontrar verdades a lo largo de la obra, las imágenes y los personajes atraviesan cualquier ambigüedad.

Los Otros sigue siendo una película memorable porque retrata la claridad de una mujer con ella misma. Están sus hijos, los sirvientes y los otros como formas para dilucidar su situación más allá de los confines religiosos, amorosos y psicológicos que traza la obra, con claridad y sorpresa. Son accesibles las asociaciones con Gaslight (1944), The Haunting (1963) y The Innocents (1961). Incluso, con Rebecca (1940). En esas obras y en esta, las mujeres y la casa son a la vez cómplices y están vinculadas por una tirantez que forma parte del suspenso de cada película. Sin olvidar esta tradición de cine de suspenso clásico, Los Otros abre un nuevo siglo con la diferencia de que la locura no se resuelve con efectismos, sino con una progresión de descubrimientos por parte de Grace sobre lo que implica la soledad.



** First, I couldn't understand... what the pillow was doing on my hands. Why you didn't move. Then, I knew. It had happened. I had killed my children. [gasp] I got the rifle. I put it to my forehead. And I pulled the trigger. Nothing... Then I heard your laughter in the bedroom. You were playing with the pillows as if nothing had happened. And I thought to myself: the Lord in His great mercy was giving me... another chance, telling me: don't give up, be strong, be a good mother. But then... but now... now, what does all this mean? Where are we?

No hay comentarios:

Publicar un comentario