Entre las imágenes, los gustos, los comentarios y las discusiones de un grupo de cinéfilos.
martes, 24 de agosto de 2021
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jueves, 5 de agosto de 2021
Feral, el contraste de lo humano y el miedo a la otredad
Por: Maricruz Gómez
La palabra feral es definida por la Real Academia Española (RAE), como un adjetivo para indicar que algo es cruel o sangriento. También se utiliza para referirse a aquellas personas o infantes que fueron criados por animales, confinados (as) o de manera aislada por haber sido abandonados(as) en un medio natural. Así, a nuestra mente vienen historias como la de Mowli, protagonista de The Jungle Book (El libro de las tierras vírgenes) escrito por Rudyard Kipling y la película de los estudios Disney El libro de la Selva (1967 / 2016); o la de Tarzán personaje de ficción creado por Edgar Rice Burroughs, protagonista de cómics, programas de radio y televisión y films. Tampoco podemos evitar pensar en la leyenda de Rómulo y Remo o en casos más o menos recientes como el de la niña ucraniana Oxaya Malaya dado a conocer en 1991 cuando fue encontrada viviendo junto a los perros con los que convivió 6 de sus 8 años, debido al descuido de sus padres. Feral como sinónimo de la otredad “salvaje” desprovista de lo que se ha considerado como propio de lo “humano”.
En 2019, Feral (México, 2018) ópera prima de Andrés Kaiser, fue nominada al galardón por mejores efectos especiales de los premios Ariel. Kaiser mediante mezclar datos reales y ficción, nos brinda un trabajo híbrido entre el falso documental y el metraje encontrado (found footage), en el que se reconstruye la vida del ex monje Juan Felipe de Jesús González, desde su oprimida infancia hasta su vida adulta como ex integrante del monasterio benedictino de Santa María de la Resurrección en Ahuacatitlán, Morelos (México). Este film se estrenó en 2018, durante el Festival Internacional de Cine de los Cabos donde recibió el premio México Primero y también se hizo acreedor a los galardones Fispresci y Tráiler Art Kingdom.
La orden benedictina de Santa María de la Resurrección fue fundada por el Gregorio Lemercier (conocido como José), sacerdote de origen belga que al finalizar la década de los 50 desafió lo establecido al oficiar el ritual de la misa en español y de frente. También introdujo el psicoanálisis como terapia entre los monjes. Así, en Feral presenciamos el contraste de la realidad y la ficción, la ciencia y la religión, el mito y la historia o el psicoanálisis y el catolicismo.
No sólo la obra de Lemercier está llena de contrastes y controversias, también su vida. Se dice que fue amonestado, y finalmente renunció a la Iglesia católica en 1967. Declaró públicamente que la Iglesia no temía a Freud, sino a lo sexual. Se casó con una pianista de nombre Graciela Rumayor, y en 1966 fundó el Centro Psicoanalítico de Emaús que funcionó hasta 1982. La orden fundada por Lemercier buscó desatanizar la homosexualidad, tenía considerado incluir a las mujeres y dedicó su centro a atender la salud mental de la comunidad de Ahuacatitlán, aplicando la teoría psicoanalítica de forma grupal. Todo esto no sólo causó conflictos al interior de la Iglesia católica, también separaciones y disputas al interior de los grupos de psicoanalistas en nuestro país.
Lemercier consideró que el problema central de la Iglesia era la cuestión de lo natural y lo sobrenatural. Fue a partir de sufrir una alucinación a causa de un cáncer ocular, que recurrió a la psiquiatría y al psicoanálisis, y se centró en explorar la diferencia entre la alucinación y la aparición; así se empeñó en el análisis de la experiencia subjetiva y en unir la religión y la inteligencia, mismas que veía como opuestas.
El experimento, propuesto por Lemercier, de enviar a psicoanálisis “silvestre” a los monjes de su monasterio, fue una decisión cuestionada por la Iglesia católica por lo que el 28 de mayo de 1967 le prohibió continuar con su práctica, lo que desencadenó la disolución del monasterio, debido a la renuncia de él y la mayoría de los monjes de la congregación, y el Centro Psicoanalítico Emaús dejó de brindar atención a los jóvenes drogadictos y psicóticos de la comunidad. Es después de este evento que Kaiser sitúa su guión basado en la obra de Vicente Leñero Pueblo rechazado, quien además inspiró al director a partir de relatar la historia del monasterio de Lemercier.
En 1986, después de la desaparición del monasterio de Santa María de la Resurrección, el ex monje Juan Felipe de Jesús intenta vivir como ermitaño en la sierra de Oaxaca y su intención se ve afectada por su encuentro con tres niños/a ferales, pues retomando las enseñanzas religiosas y psicoanalíticas de Lemercier, busca reeducar y evangelizar, tal como lo hiciera el médico Jean-Marc-Gaspard Itard, pionero de la educación especial, con Víctor Ayveron, en el lejano año de 1801. De este modo, el protagonista se enfrenta a los distintos desafíos que implican estos seres: escasas o nulas habilidades sociales como: la incapacidad para controlar la emisión de heces y orina, la falta de interés por las actividades humanas, la dificultad para caminar erguidos o para aprender un lenguaje humano. Lo anterior muestra el trabajo de investigación que al respecto realizó Kaiser y que provoca en el público asombro, inquietud e intriga.
Esta película plantea, como ya se ha dicho, contrastes y quien la mira no sólo queda atrapado(a) por la historia, sino en la reflexión de cómo las creencias e ideas intervienen en la forma en la que vemos y nos comportamos frente a los que consideramos muy distintos/as de nosotros/as. Es posible reconocernos en la actitud paternal/paternalista de Juan Felipe, al intentar reintegrar a estos niños/as a la sociedad y también en su ira y frustración que ocultan su narcisismo y sus ideas de cómo deben ser las personas; sus creencias se quiebran ante los retos que se le presentan y que según vemos, trastocan su mente mostrando su bondad y su maldad a modo de los personajes de El doctor Jekyll y el señor Hyde (Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde, Robert Louis Stevenson, 1886), obra que también aborda el tema de la moral y la naturaleza humanas.
La historia se cuenta mediante fotografías, fragmentos de videos “caseros” (sesiones con los niños/a que Juan Felipe documentó con su cámara de video), y entrevistas (en las que nunca vemos la cara del/a periodista), a distintos participantes: personas del pueblo, compañeros del monasterio y especialistas, entre estos destaca la participación del reconocido historiador norteamericano John Mraz, especialista en la representación en medios como la fotografía y el cine, quien hace una aparición hablando respecto a los niños/as ferales. Este montaje nos recuerda a la célebre Canoa: denuncia de un hecho vergonzoso (Felipe Cazals, México, 1976), en la que también observamos la influencia de la religión, la fe, las pésimas decisiones que toman los clérigos y cómo el miedo hacia lo desconocido (lo otro) moviliza a un pueblo, generando violencia y terror.
Los/as actores/actrices profesionales y naturales se mezclan muy bien y permiten que la persona que observa olvide las caras conocidas y se sumerja en este documental/ficción. Destaca el trabajo actoral de Héctor Illanes (Juan Felipe) y José Ángel García (Funesto), lo mismo que la de los niños y niña actores naturales cuyo casting duró ocho meses y quienes debieron tomar, además de un taller de actuación, clases de expresión corporal con el bailarín de danza butho, Jaime Razzo, para dar vida a Cristóbal, Juan y Antonia, nombres que Kaiser retoma de los niños mártires de Tlaxcala y que dejan ver la influencia de su formación básica en colegios católicos de San Luis Potosí.
Esta película plantea preguntas y detona reflexiones que continúan después de verla y no da respuestas claras y ni contundentes; así, el público deberá unir las piezas del rompecabezas y la aparición de Funesto, en los últimos minutos, nos da la clave para entender en plenitud la historia. Feral oscila entre el documental y la ficción, el drama y el terror y es una opción significativa, sólida y fresca para quienes amamos el cine de terror mexicano. Marinú