Fotograma de Jours de France |
Y si emprendemos la búsqueda por el ser amado a través de una aplicación de citas? Pero no el amado ideal, sino uno que ya existe. ¿Y si Grindr es una herramienta útil muy a pesar de la desolación palpable y la pedantería que deja entrever?
Así como llegué por casualidad a Jours de France, así a lo largo de su recorrido fue trazando imágenes, sonidos y reflexiones sobre estos personajes solitarios con quienes se encuentra Pierre. Tomando como punto de partida el Grindr como un localizador de sexo casual, Jérôme Reybaud aprovecha para hurgar en la historia personal de cada amante. Son breves encuentros donde la eyaculación no es más que un indicio aludido de belleza efímera.
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Por un lado, la cámara atiende cuidadosamente a los paisajes recorridos por Pierre. La película es a un mismo tiempo una búsqueda por el deseo corporal y visual. En ningún momento hay un cuestionamiento moral a la promiscuidad de Pierre, que espejea la promiscuidad de los gays. Más bien hay una relajación del deseo en las conversaciones breves. En cada diálogo conocemos un poco más de estos personajes que, sabemos, no volveremos a ver. El director consigue belleza en estos encuentros, sea en la contemplación de estos seres hermosos y solos.
Por otro lado, la música, los sonidos y la literatura también trazan un viaje a lo largo de la película. Si bien hay escenas de silencio, funcionan como contraste frente a los diálogos sobre las interacciones cotidianas, los deseos, la incertidumbre y la muerte; frente a los sonidos que rodean al viajero y las piezas musicales dispuestas como intervalos meditabundos. Hacemos un recorrido que a ratos es un cuestionamiento sobre cómo vivimos la cotidianidad, a ratos es un goce de las personas que conocemos fortuitamente o las que venimos conociendo desde hace años. En este punto en particular, nunca sabemos cuánto tiempo llevan juntos Pierre y Paul, pero no es lo que importan. Sean cinco años o veinte, es Paul quien lo hace emprender este viaje, así sea de manera indirecta.
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Atrás no queda el elenco completo. Desde los papeles más breves hasta el más prominente que es el de Pierre y un poco más allá el de Paul, hay una joie de vivre latente en las actuaciones que se convierte en un placer ver la gestualidad con la que rodean estos personajes cómplices entre sí. Incluso la actuación de quien interpreta a la tía de Pierre, en su grandilocuencia halla el azar para que su sobrino siga adelante y la trama fluya con mucha gracia.
Al final, es fascinante que esta suerte de tour por Francia se desenvuelva con liviandad, pero nunca con despreocupación. La mirada de Pascal Cervo sugiere una búsqueda mucho más profunda que meros polvos para amenizar el viaje. En su actitud frente a quienes lo rodean hay compromiso y un profundo interés por indagar qué lo desnuda muchísimo más allá del deseo y más acá de la comodidad profesional.
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