martes, 24 de agosto de 2021

Noche de Fuego, primer largometraje de ficción de Tatiana Huezo

Por: Maricruz Gómez

Noche de Fuego (Prayers For the Stolen, México, 2021), obtuvo la Mención Especial del Jurado en el Festival de Cannes, en el que participó en la sección: Una Cierta Mirada y mereció la ovación del público durante diez minutos. Es el primer largometraje de ficción de la documentalista Tatiana Huezo y fue producido por Nicolás Celis, reconocido por su trabajo en Roma (Alfonso Cuarón, México, 2018). Netflix anunció el 11 de agosto que la estrenará, como parte de su campaña #QueMéxicoSeVea, pero hasta el momento no ha dado a conocer la fecha exacta.

El guión, escrito por Huezo, está basado en la novela Prayers for the stolen / Ladydi (Penguin Random House, 2014), de la poeta y novelista norteamericana Jennifer Clement, avecindada desde la edad de tres años en Acapulco, Guerrero. Ella llevó a cabo una larga investigación en ese estado, sobre la trata de personas y específicamente sobre el rapto de niñas y adolescentes con fines de explotación sexual. También realizó una indagación al respecto con algunas mujeres presas en el penal de Santa Martha Acatitla, en la Ciudad de México.

Tanto la película como la novela nos muestran desde una mirada femenina, el contraste entre la belleza y la fealdad, la alegría y la tristeza, la fantasía infantil y la realidad atemorizante. Noche de Fuego retoma un fragmento de la vida de Ladydi García Martínez, protagonista de la novela, para que mediante los ojos de Ana, conozcamos su entorno, su cotidianidad, la relación con su madre, con su padre ausente, con sus mejores amigas: Paula y María; y en general con su comunidad integrada mayormente por mujeres.

Como sucede en muchos poblados de nuestro país, la comunidad rural en la que vive Ana, enclavada en una zona serrana llamada Neblinas de la Sierra Gorda de Querétaro; sufre las consecuencias de la migración de los hombres en busca de mejores ingresos, la desparición forzada de personas, el sistema de producción, distribución y tráfico de drogas que se convierte en la mejor opción laboral para quienes se han quedado; y el rapto con fines de explotación sexual, de mujeres jóvenes; además del feminicidio.

La historia inicia con el sonido de la respiración agitada de Ana y su madre Rita, quienes después descubrimos que están cavando apresuradamente una zanja en el patio trasero de su casa; más tarde nos enteraremos que ésta servirá de escondite para Ana. De esta manera Rita busca protegerla de aquello que les sucede a todas las jóvenes del pueblo. La narración es lineal, sencilla y ágil de principio a fin y muestra un entorno que corresponde con la realidad en la que en este mundo, el nuestro, se moverían personajes como ellas.


Ana es una niña de aproximadamente siete años, que como cualquier otra, vive en un mundo de fantasía, juega a leer la mente con sus amigas y entrena su oído junto a su madre para identificar el sonido de los motores de las camionetas de los narcos, pues ella sabe que tiene que correr a ocultarse en la zanja, en cuanto están cerca. De este modo, la protagonista va descubriendo que el mundo es un lugar hostil y difícil de sobrellevar, pues ser una mujer joven implica peligro. En palabras de Ladydi, protagonista de la novela: en ese lugar lo mejor que le puede ocurrir a una niña es nacer fea. Quizá por eso la mamá de María, quien nació con labio leporino, se observa un poco más confiada que el resto.


Cuando la protagonista se convierte en una adolescente, con inquietudes y conductas rebeldes, su situación se vuelve más dificil porque ella busca su independencia y reclama a su madre que haga que le corten el cabello y que la oculte; al tiempo que sabe la razón y que, paradójicamente, de eso depende la preservación de su integridad y libertad. Este film va de ser una niña o adolescente "normal" en un contexto donde lo común es la violencia y ser mujer una condena, en algunos casos, de muerte.

Las niñas de ese pueblo crecen con sentimientos encontrados; por un lado, desean expresar su ser femenino de acuerdo a los cánones y preceptos sociales; y por otro, tienen que cuidarse de no hacerlo, pues mostrar cualquier dejo de coquetería implica ponerse en riesgo. Ellas sufren la pérdida de su cabellera, la renuncia a los vestidos y accesorios que denoten feminidad e incluso para ellas enamorarse parece estar prohibido; mientras sus madres temen perderlas a medida que se convierten en adolescentes, en ese contexto, la llegada de la menstruación no se celebra, se teme.

El film mantiene al público en constante tensión, pues observamos cómo estas tres niñas/adolescentes están en riesgo constante de ser raptadas y violentadas por el simple hecho de tener una corporalidad que a medida que se desarrolla, las convierte en seres objetivados para el disfrute de los hombres, especialmente de aquellos que ejercen el dominio sobre su comunidad: los narcos y los militares.


En esta historia, la milicia no representa un grupo que proteja o inspire respeto; por el contrario, ante ellos ha de sentirse desconfianza y temor, como lo muestra Huezo en la escena en la que Paula expresa con temor: ¡No los miren a los ojos!, y en la que la cámara, al igual que Ana, en un acto de rebeldía, observan a esos hombres que aparecen como seres despojados de bondad y humanidad. Las relaciones sexo-genéricas en las que el poder se ejerce de manera simbólica se muestran en escenas como ésta.

La imagen, la música y el diseño sonoro son relevantes para contar esta historia y se integran para provocar en el público sensaciones y emociones. Los planos abiertos y a detalle funcionan como pausas visuales que evocan, con su belleza, cierta esperanza de que no todo puede estar tan mal, aunque lo esté.

Los tonos verdes de la vegetación, el azul del cielo y los colores brillantes de los insectos y animales que ahí habitan; contrastan con el gris de las rocas, de las minas que muestran la explotación desmedida en pos del progreso y la destrucción del entorno. Son espacios inertes ocupados mayormente por los varones, quizá para decirnos de manera implícita, que en ese universo se retoman las equivalencias dicotómicas mujer-naturaleza y hombre-cultura.

Las imágenes de la naturaleza nos remiten a la ópera prima documental de Huezo: El lugar más pequeño (México, 2011), en la que ella explora parte de sus raíces salvadoreñas y sobre todo, cómo las personas se sobreponen al dolor y la violencia que años de vivir en guerra han dejado en sus vidas.

El trabajo actoral de Mayra Batalla (Rita) destaca por su desempeño y por tener el mérito de haber guiado al grupo de niñas actrices naturales que aparecen a cuadro, entre éstas, las protagonistas: Ana Cristina Ordónez González (Ana niña) y Mayra Membreño (Ana adolescente).

En este universo no hay lugar para los derechos humanos, menos aún para los derechos de las mujeres y las niñas. Nos enfrentamos a un mundo adverso, misógino y cruel; y en contraste, Huezo nos muestra que las mujeres adultas se fortalecen unas a otras, generan redes, se apoyan, se confían y se acompañan. Las niñas por su parte, aprenden a cuidarse a sí mismas y a las otras, al tiempo, que lo que más desean es jugar, imaginar, aprender y asistir a la escuela para ser, por ejemplo, maestras.


Los procesos "naturales" de crecer y madurar, en ese lugar se encuentran trastocados por distintas violencias: la comunitaria, la institucional, la social, la de género, la simbólica y la feminicida. Aunque esto que nos aterra se trata de una ficción, no está tan alejada de lo que Tatiana Huezo nos muestra en su segundo trabajo documental: Tempestad (México, 2016), que aborda aspectos de nuestra realidad nacional como: el crimen organizado, la desaparición de mujeres y las fallas en la procuración de justicia.

Esta película retoma distintos temas, entre ellos el de la trata de personas con fines de explotación sexual y específicamente el rapto de mujeres adolescentes por parte de grupos ligados al crimen organizado y protegidos por aquellos poderosos, como lo ha hecho antes David Pablos en su ópera prima, también basada en una novela homónima de Jorge Volpi, Las Elegidas (México, 2015). Aunque 10 años antes la periodista Lydia Cacho denunciara la existencia de una red de explotación sexual y pornografía infantil ligada al poder del Estado, en su libro: Los demonios del edén. El poder que protege a la pornografía infantil (Grijalbo, 2005) y que retomara, para construir el guión del documental homónimo, la también directora Alejandra Islas (México, 2007).

En algún momento, entre juego y juego, Ana pregunta a Paula y María: ¿Qué creen que nos pase cuando una de nosotras de repente se vaya?, momento terrible y angustiante para quien mira, pues la auscencia forzada es un fantasma presente en todo momento en la vida de las mujeres del pueblo, sea porque temen ser raptadas o porque han sufrido ya la pérdida de sus hijas, amigas, hermanas, vecinas y compañeras de la escuela. Esta situación se torna una realidad cuando la Comisión Nacional de los Derechos Humanos da a conocer los resultados de su Diagnóstico sobre la Situación de Trata de Personas en México (2019), y nos enteramos que las niñas y mujeres de este país representan el 85% de las victimas de este tipo de delitos, en contraste con el 15% de los niños y hombres.

La migración masculina, la incorporación de los hombres más jóvenes a las filas del narcotráfico o su muerte y/o desparición, llevan a las mujeres, los niños y las niñas del pueblo a buscar medios económicos que les permitan sobrevivir, mismos que encuentran, con frecuencia, en el trabajo de recolección de materia prima para narcóticos ilegales, lo que también les brinda cierto nivel de protección o les abre la posibilidad de hacerse de medios económicos que les permitan migrar a un sitio más seguro.

En ese lugar el estereotipo de la madre que da la vida por sus hijos e hijas queda manifiesto en la valentía que muestra Rita ante los captores que llegan a su casa un día diciéndole: ¡venimos por la niña, madre!, ante lo que ella machete en mano, niega tener una hija; y como público sufrimos por ver cómo ellos entran en su casa buscando a Ana y nos sorprende la fortaleza que muestra su madre, ya que no la vemos desmoronarse hasta que pierde de vista la camioneta de los criminales.

Finalmente, la rebelión del pueblo, el fuego que nos brinda la esperanza de una posible transformación, y el hartazgo ante el rapto de las jóvenes de la comunidad, puede dar a las y los espectadores, un momento de catarsis. La propuesta de Tatiana Huezo es bella y sencilla, pero a la vez compleja y nos plantea incógnitas profundas a las que es difícil dar una respuesta, por ejemplo, ¿la rebelión del pueblo será suficiente para detener la violencia estructural basada en una cultura misógina y feminicida que nos objetiviza a las mujeres, despojándonos de nuestros derechos más esenciales como: existir y vivir libres de violencias?

jueves, 5 de agosto de 2021

Feral, el contraste de lo humano y el miedo a la otredad

Por: Maricruz Gómez

La palabra feral es definida por la Real Academia Española (RAE), como un adjetivo para indicar que algo es cruel o sangriento. También se utiliza para referirse a aquellas personas o infantes que fueron criados por animales, confinados (as) o de manera aislada por haber sido abandonados(as) en un medio natural. Así, a nuestra mente vienen historias como la de Mowli, protagonista de The Jungle Book (El libro de las tierras vírgenes) escrito por Rudyard Kipling y la película de los estudios Disney El libro de la Selva (1967 / 2016); o la de Tarzán personaje de ficción creado por Edgar Rice Burroughs, protagonista de cómics, programas de radio y televisión y films. Tampoco podemos evitar pensar en la leyenda de Rómulo y Remo o en casos más o menos recientes como el de la niña ucraniana Oxaya Malaya dado a conocer en 1991 cuando fue encontrada viviendo junto a los perros con los que convivió 6 de sus 8 años, debido al descuido de sus padres. Feral como sinónimo de la otredad “salvaje” desprovista de lo que se ha considerado como propio de lo “humano”.



En 2019, Feral (México, 2018) ópera prima de Andrés Kaiser, fue nominada al galardón por mejores efectos especiales de los premios Ariel. Kaiser mediante mezclar datos reales y ficción, nos brinda un trabajo híbrido entre el falso documental y el metraje encontrado (found footage), en el que se reconstruye la vida del ex monje Juan Felipe de Jesús González, desde su oprimida infancia hasta su vida adulta como ex integrante del monasterio benedictino de Santa María de la Resurrección en Ahuacatitlán, Morelos (México). Este film se estrenó en 2018, durante el Festival Internacional de Cine de los Cabos donde recibió el premio México Primero y también se hizo acreedor a los galardones Fispresci y Tráiler Art Kingdom.


La orden benedictina de Santa María de la Resurrección fue fundada por el Gregorio Lemercier (conocido como José), sacerdote de origen belga que al finalizar la década de los 50 desafió lo establecido al oficiar el ritual de la misa en español y de frente. También introdujo el psicoanálisis como terapia entre los monjes. Así, en Feral presenciamos el contraste de la realidad y la ficción, la ciencia y la religión, el mito y la historia o el psicoanálisis y el catolicismo.


No sólo la obra de Lemercier está llena de contrastes y controversias, también su vida. Se dice que fue amonestado, y finalmente renunció a la Iglesia católica en 1967. Declaró públicamente que la Iglesia no temía a Freud, sino a lo sexual. Se casó con una pianista de nombre Graciela Rumayor, y en 1966 fundó el Centro Psicoanalítico de Emaús que funcionó hasta 1982. La orden fundada por Lemercier buscó desatanizar la homosexualidad, tenía considerado incluir a las mujeres y dedicó su centro a atender la salud mental de la comunidad de Ahuacatitlán, aplicando la teoría psicoanalítica de forma grupal. Todo esto no sólo causó conflictos al interior de la Iglesia católica, también separaciones y disputas al interior de los grupos de psicoanalistas en nuestro país.


Lemercier consideró que el problema central de la Iglesia era la cuestión de lo natural y lo sobrenatural. Fue a partir de sufrir una alucinación a causa de un cáncer ocular, que recurrió a la psiquiatría y al psicoanálisis, y se centró en explorar la diferencia entre la alucinación y la aparición; así se empeñó en el análisis de la experiencia subjetiva y en unir la religión y la inteligencia, mismas que veía como opuestas.


El experimento, propuesto por Lemercier, de enviar a psicoanálisis “silvestre” a los monjes de su monasterio, fue una decisión cuestionada por la Iglesia católica por lo que el 28 de mayo de 1967 le prohibió continuar con su práctica, lo que desencadenó la disolución del monasterio, debido a la renuncia de él y la mayoría de los monjes de la congregación, y el Centro Psicoanalítico Emaús dejó de brindar atención a los jóvenes drogadictos y psicóticos de la comunidad. Es después de este evento que Kaiser sitúa su guión basado en la obra de Vicente Leñero Pueblo rechazado, quien además inspiró al director a partir de relatar la historia del monasterio de Lemercier.



En 1986, después de la desaparición del monasterio de Santa María de la Resurrección, el ex monje Juan Felipe de Jesús intenta vivir como ermitaño en la sierra de Oaxaca y su intención se ve afectada por su encuentro con tres niños/a ferales, pues retomando las enseñanzas religiosas y psicoanalíticas de Lemercier, busca  reeducar y evangelizar, tal como lo hiciera el médico Jean-Marc-Gaspard Itard, pionero de la educación especial, con Víctor Ayveron, en el lejano año de 1801. De este modo, el protagonista se enfrenta a los distintos desafíos que implican estos seres: escasas o nulas habilidades sociales como: la incapacidad para controlar la emisión de heces y orina, la falta de interés por las actividades humanas, la dificultad para caminar erguidos o para aprender un lenguaje humano. Lo anterior muestra el trabajo de investigación que al respecto realizó Kaiser y que provoca en el público asombro, inquietud e intriga.


Esta película plantea, como ya se ha dicho, contrastes y quien la mira no sólo queda atrapado(a) por la historia, sino en la reflexión de cómo las creencias e ideas intervienen en la forma en la que vemos y nos comportamos frente a los que consideramos muy distintos/as de nosotros/as. Es posible reconocernos en la actitud paternal/paternalista de Juan Felipe, al intentar reintegrar a estos niños/as a la sociedad y también en su ira y frustración que ocultan su narcisismo y sus ideas de cómo deben ser las personas; sus creencias se quiebran ante los retos que se  le presentan y que según vemos, trastocan su mente mostrando su bondad y su maldad a modo de los personajes de El doctor Jekyll y el señor Hyde (Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde, Robert Louis Stevenson, 1886), obra que también aborda el tema de la moral y la naturaleza humanas.


La historia se cuenta mediante fotografías, fragmentos de videos “caseros” (sesiones con los niños/a que Juan Felipe documentó con su cámara de video), y entrevistas (en las que nunca vemos la cara del/a periodista), a distintos participantes: personas del pueblo, compañeros del monasterio y especialistas, entre estos destaca la participación del reconocido historiador norteamericano John Mraz, especialista en la representación en medios como la fotografía y el cine, quien hace una aparición hablando respecto a los niños/as ferales. Este montaje nos recuerda a la célebre Canoa: denuncia de un hecho vergonzoso (Felipe Cazals, México, 1976), en la que también observamos la influencia de la religión, la fe, las pésimas decisiones que toman los clérigos y cómo el miedo hacia lo desconocido (lo otro) moviliza a un pueblo, generando violencia y terror.


Los/as actores/actrices profesionales y naturales se mezclan muy bien y permiten que la persona que observa olvide las caras conocidas y se sumerja en este documental/ficción. Destaca el trabajo actoral de Héctor Illanes (Juan Felipe) y José Ángel García (Funesto), lo mismo que la de los niños y niña actores naturales cuyo casting duró ocho meses y quienes debieron tomar, además de un taller de actuación, clases de expresión corporal con el bailarín de danza butho, Jaime Razzo, para dar vida a Cristóbal, Juan y Antonia, nombres que Kaiser retoma de los niños mártires de Tlaxcala y que dejan ver la influencia de su formación básica en colegios católicos de San Luis Potosí.


Esta película plantea preguntas y detona reflexiones que continúan después de verla y no da respuestas claras y ni contundentes; así, el público deberá unir las piezas del rompecabezas y la aparición de Funesto, en los últimos minutos, nos da la clave para entender en plenitud la historia. Feral oscila entre el documental y la ficción, el drama y el terror y es una opción significativa, sólida y fresca para quienes amamos el cine de terror mexicano. Marinú