Entre las imágenes, los gustos, los comentarios y las discusiones de un grupo de cinéfilos.
sábado, 5 de septiembre de 2009
"No sé si eres un detective o un pervertido". Terciopelo Azul: Semana I.
Terciopelo Azul es el revés de un cuento de hadas. Detrás de toda historia de amor, hay escondido algo de voyeurismo y de vicio; junto a la ingenuidad de los que viven de ilusiones, están la curiosidad y el sexo que seducen tales ilusiones; en fin, como en todo cuento de hadas, siempre se sabe que el final feliz (con petirrojos y demás) es un invento conocido a oídas, como si la historia de estos personajes estuviese resguardada en esa oreja que encontró Jeffrey Beaumont en la grama.
Al final, lo que más me impresiona de la película es la ambigüedad entre lo ingenuo y lo perverso, ese guiño de humor que no llega a parodiar la relación de Jeffrey y Sandy porque cuando lo hace, la química (y la música) entre los demás personajes nos ha seducido perversamente. La película provoca en mí una curiosidad que va más allá de seguir viendo: es seguir escuchando las manías de estos personajes (por la música, por el sexo...) y seguir descubriendo la investigación de este hombre que más que resolver el caso, desea involucrarse en él. Lynch, a través de esos colores brillantes y toda esa música envolvente, consigue en ese vecindario ideal y en los sueños de sus personajes principales, no las perversiones, ellas son las de menos, sino la curiosidad, aquella que hace indagar incluso en la apariencia de lo perfecto con la risa más inocente.
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Me gustó este punto de vista: la curiosidad como eje de Blue Velvet. Pero me parece que deberías ahondar más en el título de tu texto y su relación con lo que escribiste. De resto, fino.
ResponderEliminarPronto postearé sobre la película y los sueños.
¡Salud!
El título es lo que Sandy le dice a Jeffrey en el carro la primera noche que espían a Dorothy Vallens. Las palabras de ella, me parece, son el meollo de la curiosidad: qué diferencia el deseo de saber con el deseo de participar en lo que se investiga. Nunca queda claro por qué Jeffrey quiere resolver el caso (¿quiere ayudar a Dorothy o es por curiosidad?), pero poco importa saberlo ante la sensación de alivio (al final, es "sólo" un cuento de hadas), de placer (de nuevo, la música y la interacción entre los personajes) y de desconcierto (el terciopelo y la máscara de gas) que provoca la película en varios de sus momentos.
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