Por Dan Kois
El escrito original está aquí.
1. El cargo de coeditor de Artes y Entretenimiento de la Torre Times tiene cierta responsabilidad. Cuando ocupé ese cargo en mi bachillerato en Wisconsin, había una tarea que atesoraba por encima de las demás. Yo estaba encargado de escribir una lista Top 10 de fin de año. Y así, cuando empezó el invierno de mi último año, me senté en el piso de mi cuarto, buscando entre mis discos para sacar los diez mejores álbumes de 1991.
Hubo un problema: yo había podido comprar música con sólo los $3,45 por hora que me ganaba en un puesto de postres y helados, así que compré sólo ocho álbumes de 1991. Aun confiando en mis gustos a los 17 años, yo mismo tenía que admitir que eso era poco.
Por lo que gasté un mes completo de sueldo en una visita a Musicland, donde compré dos discos más que parecían bastante buenos, ignorando ese álbum del que todos los chicos de franela en mi colegio hablaban, aquel con el bebé y el dólar en la portada. No tenía mucha posibilidad de escape. Los discos que compré estuvieron en mi lista. Ninguno fue para olvidar.
2. En 2011, claro, los "listantes" quienes escriben profesionamente sobre cultura no tiene este problema de escasez. Es más que Navidad aquí, con los DVDs de estrenos recientes para promocionar las películas durante la temporada de premios, DVDs llegando a diario de USPS, FedEx, UPS. Una amiga, crítico de música, tiene 1961 canciones en su lista de 2011. Muchas revistas luchan para conseguir espacio en sus estantes por todo lo que reciben en un año, mucho menos podrán leerlo.
Así que demos por sentado que estas listas seleccionan de una inmensa cantidad de material, y ahí subyace la utilidad para los lectores. Si ves a un crítico como, esencialmente, un robot de recomendaciones que obtiene un salario - como muchos, muchos, consumidores lo obtienen también - entonces la lista es perfecta, llegando justo cuando buscas regalos que comprar y películas que ver. Como ocurre, el final del año es también un gran momento para que los anunciantes enganchen con sus productos en los periódicos y revistas, y así la gran rueda del comercio empieza a rodar felizmente.
3. En la introducción a su resumen de fin de año 2007, la crítico de cine Manohla Dargis señaló que la función más valiosa de las listas es que son un "ritual público" - mostrar las cartas de un escritor, mostrándote las suyas para que tú le muestras las tuya. Pero si la lista en sí es un ritual público, también es, entonces, la denuncia de hacerlas por algunos de estos críticos - como la misma Dargis, que llama las listas "ejercicios artificiales, afirmación del ego crítico, caprichosas y necesariamente imperfectas".
Es una queja común: que el acto de hacer una lista es, para los críticos, un mal necesario intelectualmente deshonesto. Los lectores demandan nuestras listas; los editores esperan, ansiosos por transformar nuestras listas en clicks acumulando imágenes; y los publicistas que nos han mandado material gratis esperan nuestras listas para que puedan imprimirlas y mandárselas a sus jefes departamentales.
Los lamentos sonaron alto los últimos meses de 2011. La crítico de televisión de The New Yorker, Emily Nussbaum, recientemente escribió un blog titulado "Yo Odio las Listas Top 10". La escritora del A.V. Club, Tasha Robinson, dijo en Twitter, "La temporada de Top 10 películas a veces se siente como un juego de 'Compara cada manzana y naranja que comiste este año. Sé específico'".
Y tienen razón. Tomen dos películas que estoy considerando para mi lista, Guerra de Novias y Melancolía. ¿Cómo comparan estas películas - una comedia aguda, con un hilarante elenco, sobre la amistad entre amigas y un aria operática sobre la depresión y el fin del mundo?
4. ¡Pero no importa! Amo hacer listas. Me ha encantado desde que puedo recordarlo. Si, de niño, hubiera hecho una lista de diez incentivos para ser un 'escritor cultural', hacer listas de top 10 sería el #2. (#1: ver películas antes de que fueran estrenadas, en vez de cuatro meses más tarde cuando finalmente llegaban a Milwaukee).
Hacer una lista Top 10 era, o así lo parecía, unirse a una gran conversación cultural - una conversación de la cual, atrapado en una secundaria en Wisconsin mucho antes del internet, yo quería desesperadamente ser parte de ella. Para el último año, yo estaba haciendo listas de mis discos favoritos, de las mejores películas, de los diez carros que quería tener algún día, de las cinco chicas que nunca tendría el coraje para hablarles.
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