Entre las imágenes, los gustos, los comentarios y las discusiones de un grupo de cinéfilos.
miércoles, 13 de abril de 2011
Imágenes y sonidos de Yi yi (y 3): Yang Yang
"Lo siento, abuela. No es que no quisiese hablar contigo. Creo que todo lo que pueda decirte debes saberlo ya. Si no, no me lo dirías siempre. Todos dicen que te has ido. Pero tú no me dijiste a dónde ibas. Supongo que es a algún lugar que crees que debería conocer. Pero, Abuela, yo sé muy pocas cosas. ¿Sabes qué quiero hacer cuando sea mayor? Quiero contar a la gente cosas que no sepan. Mostrarles cosas que nunca hayan visto. Será muy divertido. Si lo hago, ¿puedo decirle a todos y llevarlos a que te visiten? Abuela. Te echo de menos. Sobre todo, cuando veo a mi primito recién nacido que aún no tiene nombre. Él me recuerda que tú siempre decías que te sentías vieja. Quiero decirle a mi primito que me siento viejo también".
Yang Yang, su mirada atenta, bajo el silencio de la inocencia, en su flux nos deja la vaga impresión, y por vaga nos engaña con ternura sin darnos cuenta de que nos prepara para la fragilidad incontenible de las lágrimas, de que un pequeño hombre entra en la sala. Su curiosidad, la de sus ojos, la de sus travesuras, la de sus preguntas, encanta como el placer de jugar. De hecho, acudimos a sus jugueteos de amor como la conformación de un clima, la atmósfera de calma que la vida de cada personaje ha ido enhebrando en imágenes, cada imagen es un gesto, parsimonioso sí, pero vital, de los compases que componen la música que es esta película, retrato de una familia que a la vez es la vida de un personaje desgajada en la edad de los personajes. ¿Acaso son estas las lágrimas que nos traen las palabras de Yang Yang: la vejez de su abuela no dista de la suya propia? Las imágenes desentrañables de cada familiar nos descubren que acudimos a la muerte de la abuela con el mismo desasosiego que siente un niño al descubrir el mundo envuelto y desenvuelto en él. ¿Acaso Yang Yang rechaza hablar con ella en la cama por esto, por lo que desarma la enfermedad en el cuerpo de cualquiera? Poco importan las razones, sino las maneras. ¡Y cómo (nos) lee, voz, susurro a la expectativa, palabras que se tropiezan con preguntas correteando respuestas! La mirada de Yang Yang atiende a su abuela, casi como si esperara que ella le respondiese, así como la película atiende a las circunstancias de N. J., Min Min, Ting Ting con humor y delicadeza, pero hay una liviandad que encausa a todos los personajes en este diálogo (sí, es el monólogo de Yang Yang y aun así sus palabras encarnan la generosidad y entendimiento de una conversación) que los reduce a ausencias como las sillas vacías al fondo del niño. Al final, acudimos a la muerte como atendemos a las pérdidas del día a día.
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