martes, 10 de agosto de 2010

Sobre "La teta asustada"

12:00pm. Tierra de nadie, Universidad Central de Venezuela.

Una nueva reunión de Moviemiento. El día tenía un rostro poco amigable. Uno presentía que en cualquier momento caería un chaparrón de esos que sólo acontecen de este otro lado de la tierra, en el trópico. La reunión estaba pautada a las 12 del mediodía. Los primeros en llegar fuimos Eduardo y yo. Ese tiempo extra lo aprovechamos comprando películas y comentando sobre nuevos tesoros fílmicos. Aproximadamente a la una y cuarto llegó Cristina, y un ratito más tarde nos acompañó Gabriela. Por primera vez, el grupo se fue de picnic a la UCV.
La reunión fue amena, a pesar de que la lluvia nos arrojó a un rincón techado de la biblioteca central. Como es nuestra costumbre, primero comimos, luego discutimos. A pesar de que estaba planeado discutir sobre Ladrón de orquídeas, Lola Montes y La teta asustada, toda la conversación se centró específicamente en la teta. Tuve la intención de reanudar aquella conversación entablada la otra noche con Cristina y Eduardo sobre la película, lamenté mucho no tener en mis manos los papeles impresos, de manera de refrescar ciertas cuestiones que habían quedado en el tintero para Cristina y para mí. Sin embargo, la conversación tuvo una fluidez importante, cada uno dio su opinión sobre los temas que le parecían fundamentales de la película. Creo que no dejamos puntada sin hilo.
Por mi parte retomé el lenguaje del miedo que se traduce en el cuerpo de Fausta. Es una forma de expresión corporal que ronda desde el comienzo de la película, permitiéndonos entender que el cuerpo de ella connota miedo, tristeza, pánico, silencio. Pero junto con estos sentimientos, Fausta va accionando un poder regenerador que comienza con la muerte de la madre. Ante este suceso ella es obligada a salir de casa en busca de trabajo. Es allí donde ingresa a ese nuevo territorio, desconocido, inhóspito; un lugar distinto, donde lo que falta es esa aridez de la que está acostumbrada su vida. Fausta sin saberlo ingresa a un sitio que le permitirá entender y despertar de ese largo adormecimiento en el que estaba presa su alma.
Quizás uno de los elementos que ayuda en su despertar sea el contacto con lo verde, con la naturaleza y, por supuesto, con el hombre. El jardinero es quien le enseña a trabajar la tierra, y tal vez sea el único que comprende a Fausta. A medida de que ambos entran en contacto, el hombre le enseña a lidiar con el miedo, pero tal vez lo esencial sea que la ayuda a que comience a vislumbrar que su cuerpo no es ese territorio árido como el lugar adonde le tocó nacer. Hay una escena donde el Fausta le pregunta al jardinero por qué no hay sembrada papa en el jardín. Él le responde que La papa es barata y florece poco. Sus palabras parecen herir a Fausta, porque hay un evidente repliegue de palabras hacia ella. La papa no florece, por eso no gusta. Y ella posee una papa dentro de su vagina, que luego, al transcurrir de la película, por fin se quiebra en los hombros del jardinero, y pide que por favor se la saquen.
Cuando vi la película de manera inmediata la relacioné con Clarice Lispector. Pensé en este libro La manzana en la oscuridad; un libro donde se pone de manifiesto personajes que se asemejan a Fausta y al jardinero. Son como seres que están en estados de coma, y están obligados a despertar, a reconstruir su ser. Es como una liberación que cada uno de ellos se permite. Quizás lo extraño es que existe una relación aún más directa con la tierra, con las manos, con el poder de trabajar para obtener frutos. Fantaseo con la idea de que alguna vez Claudia Llosa haya leído a Clarice. Lo más probable es que no lo haya hecho, y simplemente sus personajes-mágicamente- tienen el poder de dialogar con aquéllos. Eso es envidiable, pero más hermoso aún.
A medida de que el alma de Fausta comienza a renacer, el cuerpo se libera. Desde el inicio de la película veíamos a una muchacha retraída, tímida, miedosa, y todo esto se manifestaba en su cuerpo al caminar o ante la imposibilidad de mantener un contacto con un hombre. Fausta es para el jardinero como esa flor de la que ella queda prendida. Ante tanta aridez, mesura, él aprende a trabajarla, a cultivarla, de manera de que vuelva a nacer.
La reunión culminó a las cuatro de la tarde. Creo que el resumen de ese encuentro fue muy positivo, porque a pesar del tiempo, la falta de baño y el aroma de un buen café calentándonos el cuerpo, La teta ahondó en cada uno de nosotros.

2 comentarios:

  1. Excelente retrato de la reunión y de las ideas que expresaste junto a nosotros, en tierra de nadie.
    Es tan cierto lo que dices en torno al "lenguaje del miedo" es tan palpable y agobiante en la actitud de Fausta.
    Me encanta las analogías que haces de "La teta asustada" y los textos de Clarice Lispector.
    Nos veremos en la próxima reunión.

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  2. Sí, y este lenguaje del miedo parece estar compuesto por el canto y el cuerpo; el primero, que pareciera preceder toda imagen e, incluso todo cuerpo, de una manera similar a como abre la película, y el segundo, que transmite imágenes e historias a través del lenguaje de los gestos: los idiomas, las miradas, el silencio y la corporalidad.

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