miércoles, 21 de diciembre de 2022

Ética y error técnico en "Monte Tropic" (2022) de Andrés Duque

Hasta algún punto, Monte Tropic (2022) tienta con reflexiones éticas. Aquí los migrantes extranjeros por debajo de los dieciocho años son protagonistas en situación vulnerable emigrando a España.

Andrés Duque se enfoca en adolescentes marroquíes. Desde la paridad, lo imprevisible y su representación en el plano, sus personajes son seres incompletos en busca de su camino. Para esto ya el título indica que los afectos están entramados más en el lugar de fraterna convivencia, no tanto en geografías concretas.

Aquella tentación inicial por una ética se puede contrarrestar, al menos de momento, recordando la filmografía del autor y reviendo esta su décimo tercera obra. De acordar con Carmen Alicia Di Pasquale, crítica de arte, que Duque ensaya y experimenta una ética levinasiana en su película; ello sería anterior y posterior al error técnico*.

La escena del trabajador social ejemplifica las búsquedas audiovisuales y estéticas de Duque. A este le corresponde emitir, en un plano medio frontal y una cartelera informativa a sus espaldas, las palabras menos ambiguas simbólicamente hablando en torno al (des)arraigo:

“Por eso sirve arraigarse en los sitios también, para conocer a la gente y tener más posibilidades de hacer cosas y que si sale una posibilidad de algo…”.

Su largo discurso importa para destacar que las medidas sociales son insuficientes en la integración de quienes migramos si el sujeto propio y sus aliados cotidianos no trabajan en conjunto. Visualmente este sentido se muestra en la ubicación del plano de los protagonistas: al margen. Además la gestualidad del trabajador hace visible su mano derecha vendada. Esta y el barbijo indican distancia entre él y quienes necesitan guía para sortear las arbitrariedades burocráticas. En esa escena otros planos reubican a los protagonistas.

Antes y después de ahí, Andrés prefiere conocer a sus personajes desde la improvisación y lo amateur. Cita ciertos partidismos políticos como material televisivo o un plano detalle donde se brinda la perspectiva marroquí de la situación. Y en contraste enmudece los videos de los migrantes. Duque sabe que aquí hay disparidades profundas y por esto prefiere observar e intervenir únicamente en una intimidad ocupada en el otro.

Otra escena evidencia esto. Un plano medio muestra a dos personajes narrando su migración imprevista. La cantidad exacerbada de “¿sabes?” en el discurso de uno de ellos muestra la imposibilidad de verdaderamente conocer su periplo, de vivirlo. Mientras emite más muletillas, también vemos más personas en el contexto inmediato y preguntas generales, como si cada apelación por el saber precisara un imposible cada vez más lejano.

Por más detalles como este, es oportuno indicar que la marca del error en la filmografía de Andrés estuvo antes. A él aquí no le interesa subrayar lo técnico. Esta no es la propuesta sonora de Carelia: Internacional con Monumento donde la cámara era como una mosca. La mayor prueba de ello es que Andrés comete la indiscreción de aparecer en escena o en off con preguntas, más que en sus obras anteriores.

Quizá esto sea disonante por la disparidad autoral provocada. Pero siendo él un migrante que hurga en otros desplazamientos humanos, el acercamiento es diferente. Entonces ahí la única ética válida entre él y sus protagonistas es la amistad.

En esa búsqueda por la igualdad, quizá hace ruido la laxitud del retrato entre pícaro y depresivo que abre y cierra su obra con uno de los personajes. Pero como todo juicio, esto queda a cuenta de nosotros. Más debería resignificar la firmeza de Duque respetando el descanso, el ocio y la alegría de estos otros como plácido sostén para seguir adelante en medio de incertidumbres geográficas y laborales que acentúan lo cíclico.


*Las palabras son tomadas de una conversación telefónica entre Carmen Alicia y Cristóbal Ochoa, artista.

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