lunes, 26 de julio de 2010

Allen: Hannah y sus hermanas (1986)



Hay en esta escena una química entre incómoda y cómplice entre Lee y Arthur. La táctica de Arthur para encontrarse con ella por casualidad; la visita a la librería donde merodean entre libros pero nunca coinciden en la misma escena, como si estuvieran desahogándose el uno sin la otra totalmente ahí y viceversa; la despedida en la que él le insiste a Lee en leer el poema de la página 112, como si su confesión sólo pudiera transmitirla a través de la poesía y sin ella presente; todos estos son indicios de un encanto entre ellos que es el encanto de la película. Personajes que sólo nosotros escuchamos en su intimidad por más que ellos compartan constantemente con los demás personajes; personajes enmarañados más en sus amores que en sus angustias laborales o existenciales.

Y pareciera ser este uno de los encantos más sabrosos de la película: asumir la vida con ligereza e ingenuidad, con el ingenio del humor y con el amor como única respuesta posible a tantas preguntas que nadie responde. La química entre todos los actores del elenco, tan genuina, transmite una frescura contagiosa que permanece mucho después de terminada la película.

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