[Una versión mucho más resumida de esta jornada fue publicada en la página web A Sala Llena]
FECIVE 2018 – 3º Jornada, 1º función
Ayer en la tarde fueron presentados dos documentales para el
inicio del tercer día del Festival de Cine Venezolano.
Abrió
Cintema (2017) de Manuel Guzmán
Kizer, un documental sobre el abuelo del director, el psiquiatra Manuel Kizer.
Con una propuesta experimental, el corto atiende sobre todo a la obra artística
al mismo tiempo que registra la lectura y los gestos del psiquiatra. Como si
velando la identidad actual del entrevistado, atravesara su creación y el sentido
de su obra que va desde pinturas, escritos y esculturas. La atención puntillosa
es apenas un asomo a la vida de este hombre, pero basta como una incitación, o
una invitación, a lo que hizo.
Es
fascinante este abordaje por partes de un individuo, partes de su rostro y de
su obra, que además se repetirá en otro de los cortos documentales presentados
en esta fecha dentro del festival. Esta decisión reconstruye una identidad
impedida en la vejez por la ceguera del artista, pero que no deja de revelarnos
una profunda sensación de humanidad cuando termina el corto.
A
continuación, fue presentado CAP –
Carlos Andrés Pérez Dos intentos (2017) de Carlos Oteyza. Es una visión
bastante parcializada de los dos gobiernos del presidente venezolano, quien fue
el primero en repetir mandato en la Venezuela democrática. El documental sabe
precisar el rol significativo que tuvo su presidencia dentro de la bonanza del
país debido a la renta petrolera. Además asoma una inquietud para nada pequeña
dentro del ser venezolano como un indicio de identidad: cómo reacciona tal
ciudadano frente al petróleo, qué lo define frente a la riqueza económica.
Lamentablemente,
el documental apenas asoma esta pregunta mientras hace un recuento, un tanto
tergiversado en algunos aspectos, sobre todo en cuanto al primer mandato del
candidato adeco. Es en la indagación del segundo período donde el documental
alcanza más complejidad política y plantea un cierto suspenso de cómo llegamos
de ahí hasta la situación actual del país. Es admirable que un documental
histórico atrape y haga preguntas sobre la identidad de una nación, mucho más
allá de los logros gubernamentales en diversas áreas.
Por
otro lado, la película matiza verdades sobre algunos datos de los gobiernos del
presidente, como la cantidad de muertes ocurridas en su segundo período debido
a un intento de golpe de estado. Esto hace que la integridad con la que el
guión pretende retratar a CAP sea dudosa y termine por traer a bajo un
documental que, de resto, nos deja un sinsabor con su escena final: un
presidente hablando por teléfono sobre la brecha de odio entre los venezolanos
que debimos acortar. Pero al rato él mismo se daría cuenta de que estaba
hablando solo y a los años, Hugo Chávez Frías llegaría al poder gracias, en
parte, por afianzar tal brecha.
3º Jornada. 2º función
Al
finalizar la tarde de ayer, fue presentado el biopic de Felipe Pirela, El
Malquerido (2015), dirigido por
uno de los directores de cine venezolano más conocidos y fallecido a principios
de año, Diego Rísquez. La película estuvo antecedida por La T Invisible (2017), un corto documental de Patricia Ortega. Este
trata sobre Sharom, un travesti enclosetado quien habla de su identidad de
género y su relación con una mujer bisexual.
La
opción del corto por retratar la vida de Sharom, sin mostrar su cuerpo
completamente, sino partes de este mientras es maquillada y vestida, refleja
una flexibilidad fascinante con respecto a cómo se identifica a sí misma. Es un
hombre que disfruta vestirse de mujer. Y este goce se traduce en escenas donde
el espejo, el cuerpo y la palabra adquieren otro significado. No son una mera
herramienta, sino un verdadero símbolo de identidad. Hay, además, una
conciencia valiosa por parte de la entrevistada que exuda claridad a pesar del
jugueteo entre lo que es el cuerpo masculino y con lo que se identifica su
mente. Como si al final, tal agudeza implicara jugar con lo que uno desea ser,
con la seriedad que implica todo juego.
Por
su lado, El Malquerido sigue la
turbulenta vida amorosa del cantante de boleros Felipe Pirela. El gran valor de
la película es su propuesta estética que va más allá de su cinematografía. La
atención de la cámara a la arquitectura de muchos de los sitios donde se
ambienta la historia es un testamento a la cuestionada época de la dictadura
perezjimenista donde fueron construidas muchas de estas obras. Así, la película
se convierte en una excusa para detenerse en estos monumentos y cómo los
personajes adquieren dimensión frente a ellos.
De
resto, algunas actuaciones atrapan, como la breve aparición de Samantha
Castillo como La Lupe o la brevísima de Vicente Peña como Cheo García. Todo
esto en medio de una historia poco atractiva que apela a métodos usados
previamente en otras películas, y con resultados igual de torpes como es el
caso de Ray (2004), para resumir los
éxitos más famosos del cantautor: en una imagen se deslizan las marquesinas de
los teatros donde se presentó o noticias conocidísimas sobre su vida. Ningún
mayor indicio de aburrimiento como este y que da cuenta de que el biopic falla cuando quiere abarcar toda
la obra de un artista como si se tratara de un libro de historia que leemos
apuradamente.
Al
final, la presencia tibia de Jesús “Chino” Miranda como Felipe Pirela apenas
evita el fracaso total de la obra con su voz que sorprende mucho más que sus
dotes actorales, aunque sepamos en el fondo que no deja huella como lo hizo el
bolerista de Latinoamérica.
3º Jornada. 3º función
El Inca (2016) de Ignacio Cottin cerró
la tercera jornada del Festival de Cine Venezolano de 2018. Lo antecedió el
cortometraje El Hombre de Cartón de
Michael Labarca, previo ganador del FECIVE en 2016 por La culpa probablemente.
Con
planos tremendamente cuidados, Labarca narra el cumpleaños de un niño. Y lo
hace con una capacidad de sugerencia en cada imagen que brinda el chance para hablar del
encierro, el autoengaño y la insatisfacción sin siquiera hablar de ello. Es
difícil hablar de un corto donde el sentido está concentrado en cada imagen,
incluso cuando la misma piñata del cumpleaños simboliza un proceso de
desintegración del cual el niño se resigna a formar parte porque implica, a fin
de cuentas, crecer. Y esto quiere decir, no sólo cumplir años, que es la
manifestación superficial del crecimiento, sino abrir la puerta a los testigos,
mas no cómplices, del caos: los invitados y la familia. Que todo esto esté
sugerido en más planos que en palabras hace de éste uno de los mejores
cortometrajes dentro de una jornada más que fascinante entre las obras de breve
duración.
Con
respecto a El Inca, narra la
tumultuosa vida del boxeador Edwin “El Inca” Valero, el único boxeador en el
mundo en ganar dieciocho contiendas por nocaut. Su vida amorosa también fue
compleja y terminó en el asesinato de su esposa y su posterior suicidio días
después de cometerlo.
El
film carece de una propuesta estética interesante, pero las actuaciones de
Scarlett Jaimes y Alexander Leterni enriquecen con creces el resultado final.
Su crecimiento paulatino es mucho más convincente que, por cierto, el ocurrido
en el otro biopic de la jornada,
donde también se trata de amor entre jóvenes. Jaimes y Leterni se transforman
en su acento y su corporalidad frente a los personajes que interpretan. Esto se
convierte en el centro de atención de un película que se siente extensa, si
bien excede por poco las dos horas.
Más
ha sido la polémica que generó por la salida de las carteleras venezolanas
después de dos medidas cautelares, que los riesgos en sí tomados por la
película. Apenas leves referencias en ella al vínculo del boxeador con el
difunto presidente Hugo Chávez Frías hicieron que fuera censurada por el
gobierno.
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