martes, 4 de abril de 2017

Desayuno criollo con Papu Curotto, director de Esteros: Parte I


Hace varios días compartimos un desayuno criollo con Papu Curotto para aprovechar el estreno de su primer largometraje Esteros y conocer un poco más de la película y de los involucrados con ella. Así que, entre revoltillo, arepas de polenta, jugo de naranja y ponqué de manzana con canela, compartimos un largo rato. Aquí va una primera parte de la conversación. 



Eduardo Elechiguerra: Cuéntanos un poco de tu infancia y de tu vínculo con el cine.

Papu Curotto: ¿De mi infancia o de mi vínculo con el cine?

Eduardo Elechiguerra: Para mí, ambos están ligados. Yo tenía cinco años y me marcó mucho una película. Entonces, ¿tienes un recuerdo así? ¿Qué te apasiona del cine desde pequeño, qué te moviliza de las películas?

Papu Curotto: De mi infancia y de un recuerdo relacionado al cine: mis viejos están separados desde que yo era muy chico y mi papá siempre trabajaba mucho, así que yo también salía. Yo soy de Paseo de Los Libres, una ciudad muy chiquita. Y los fines de semana en los que estaba con él, en la siesta porque él había salido la noche anterior, destruido, quería dormir así que las dos cosas que compró, y que fue el primero en el pueblo en comprarlas, fue una videocasetera y un pasador de diapositivas. Pasábamos diapositivas a la hora de la siesta donde él dormía y nosotros jugábamos con las diapositivas, mi hermana y yo. Y si no era con la videocasetera donde él se acostaba a dormir y nosotros en la cama grande mirando películas. También, mi viejo tenía una cámara VHS y era siempre filmar mucho de chico. Nos encantaba mucho a mi hermana y a mí. Puede que sea algo de eso. Tengo muchos registros míos de chico y también de agarrar la cámara de mi viejo y jugar.
También me pasa que cuando vine a estudiar en la UBA acá en 2002, Imagen y Sonido de Cine y Televisión, no sabía qué carajo era. Me enamoré de la carrera haciéndola. Hoy estoy convencido de que no podría haber hecho otra cosa pero en ese momento no tenía ni idea de qué trataba. La escogí como “bueno, creo que, más o menos, me gusta, me atrae” y me terminé enamorando de lo que hago haciéndolo.

E. E.: Fue algo más intuitivo de alguna manera.

P. C.: Exacto. Inclusive Esteros es la primera película que dirijo porque antes no había tenido la necesidad de dirigir. Con Esteros fue la primera que “che, tengo ganas de dirigir, tenemos un proyecto para dirigirlo”. Yo antes trabajaba en producción. Y Esteros fue el primer proyecto lo suficientemente personal como para que tuviera las ganas de dirigirlo yo.

Tony Ochoa: ¿Y qué tal dirigir?

P. C.: Toda una experiencia (risas). Sobre todo trabajar con niños, poder hablar de sexualidad con chicos fue increíble. Nosotros participamos del concurso Raymundo Gleyzer que ganamos y eso nos permitió filmar la película a nivel económico y formal por adentro del INCAA. Lo que fue genial porque es pasar del amateur al profesional, digamos. Y cuando ganamos yo nunca había dirigido nada y pensamos que estaría bueno de dirigir antes de hacer la película, así que de ahí surgió la idea de hacer el corto. En el cortometraje aparecen los dos personajes principales en dos escenas adaptadas de la película y fue la primera vez que hablé con chicos. Como para el corto como para la película fue genial la experiencia de trabajar con ellos. Era muy intuitivo el sentir que tienes que confiar en el chico y que él confíe en vos. No le podés mentir nunca. “Che, yo necesito filmar esto de frente, sin pudor, veamos juntos cómo la hacemos, decime vos si estás cómodo de esta manera o busquemos otra”, pero no se le puede mentir a un chico. “La película trata de que vos estás enamorado de vos. Veamos cómo lo hacemos”. Es importante que los chicos entiendan que una cosa es la ficción y otra cosa es la vida personal de ellos. Pero no podés decirle que mire al chico de tal manera sin decirle que está enamorado de él porque se va a dar cuenta y siente que le estás mintiendo.

T. O.: Sí, sería utilizarlo. Pero, ¿fueron receptivos o estaban renuentes?

P. C.: Sumamente receptivos. De los dos había uno que tenía más ansiedad. Para uno era el núcleo familiar en pleno. Tenía una familia mucho más abierta donde habían hablado y estaba todo bien y para el otro chico era un mundo nuevo totalmente. Me acuerdo de una vez que los llevamos después de ensayar, con Andy, la guionista, a la casa. Yo iba manejando el auto, Andy al lado mío. Cuando dejamos a uno y queda el otro solo con nosotros, en el medio: “¿les puedo preguntar algo? ¿Ustedes son pareja?”. Andy y yo nos miramos: “No, no, trabajamos juntos, somos muy buenos amigos, pero no somos pareja”. Y él luego: “¿y vos sos gay?” [risas]. “Sí”, le dije. “¿Y qué es un gay, un hombre que se siente mujer?”. “No, es un hombre que se siente hombre, se sabe hombre, le encanta ser hombre y, en vez de enamorarse de otra mujer, se enamora de otro hombre”. “¡Ah! Como las lesbianas” [risas]. “Buenos Aires está lleno de lesbianas”, dice el chico. [risas]. Esa ansiedad por saber de un nene de once años que viene de una ciudad chica y que, casi casi, no conoció Buenos Aires. Está genial que los chicos lo sepan.

T. O.: ¿Y los chicos son de allá?

P. C.: Sí, de allá.

E. E.: Los niños saben mucho más de lo que creemos.

T. O.: Hoy más que antes siento que la homosexualidad está de moda. Lo vemos en la serie, en las películas. Te la venden: ves una publicidad y ves un chabón muy guapo. En mi época, tengo 35 años, y en mi adolescencia era distinto.

P.C.: Los caballeros del zodíaco era el referente.

T. O.: Exacto. Pero ahora ves chicos de dieciséis años que ya están muy claros. Eso no se veía.

P. C.: Creo que, aunque no conozco otros lugares, en Argentina la Ley de Matrimonio Igualitario y de Identidad de Género lo que hizo fue democratizar la sexualidad. Abrió la puerta a que el que se quiera asumir, lo pueda hacer libremente. Puso en discusión cosas que antes estaban vedadas, tapadas. Ahora, además, los chicos son más comunicativos y tienen todo más a flor de piel.

T. O.: Y las telecomunicaciones. En mi época era más difícil acceder a la pornografía era mucho más difícil, incluso a la pornografía gay. Tengo un tío que era coleccionista de la revista Playboy, pero en esa época salían caricaturas. A mí más que las chicas, las caricaturas me daban mucho morbo. Para mí ésa era la pornografía. Después llegó el internet…

P. C.: Claro, pero a Libres llegó el internet cuando yo tenía dieciséis años. Así que yo la vi por primera vez por internet a esa edad. Y fue ahí cuando pude buscar pornografía gay libremente. Antes era el canal Venus que estaba codificado. Mi viejo tenía el decodificador y yo a la noche se lo robaba porque tenía un televisor en mi habitación y ponele que en Venus, un programa de media hora a las tres de la mañana, era gay. De resto, era todo heterosexual. Acceder a la pornografía gay era muy difícil.

E. E.: Y eso apenas fue a los dieciséis años.

P. C.: Ponele. De resto, mi primera vez con un hombre fue a los 22 años. De todas ,manera, algo que está vedado es la exploración entre hombres y, mucho más aún, entre mujeres. Tal exploración no quiere decir que los involucrados sean homosexuales. Por ejemplo, la masturbación femenina es algo de lo que se habla después de los 30 años.

E. E.: Al menos pensando en cine, una de las pocas referencias que tengo de masturbación femenina es la película con Julianne Moore y Annette Bening.

P. C.: Totalmente: “Los chicos están bien”, que es una película hermosa. Y lo es porque no tiene la homosexualidad como tema principal. El cine gay en gran medida es una salida del clóset. Y “Los chicos están bien” se permite hablar de otras cosas.

E. E.: Ciertamente estamos hablando de una película de 2010, cuando adquiere relevancia el matrimonio gay.

P. C.: Incluso después. Esteros es una salida del clóset. Intentamos hablar de otras cosas: del amor, la infancia, la sexualidad en la infancia, pero no deja de ser una salida del clóset.

E. E.: Sí, me vienen a la cabeza las que tratan otros temas. Por ejemplo, Moonlight. Si bien trata una salida del clóset, también es la formación de él como persona, el cambio de él. De todas maneras, es una película muy dura.

P. C.: A mí no terminó de gustarme.

E. E.: Hay varias personas que me dicen eso.

P. C.: Me parece una salida del clóset muy asexuada.

E. E.: Es tremendamente triste la vida de él.

P. C.: Es una salida del clóset muy asexuada y muy traumada. No digo que siempre se necesite un final feliz.

E. E.: Pero es un final matizadamente feliz. Lo que pasa es que la película es muy sutil. Un final lleno de plenitud hubiera sido cursi.

P. C.: Se termina con un abrazo.


E. E.: Pero ¿qué dice él antes? “No me ha tocado más nadie sino tú”. Es profundamente triste, pero tampoco es cualquier abrazo. El problema es que no hay una manera de drenar con el personaje. No hay cómo aliviar un poco la dureza de las situaciones. Me pasa con “El secreto de la montaña” que también es un poco salida del clóset, pero trata otras cosas y está muy bien escrita. Y sí, el final es triste y como referencia gay se le cuestiona esto porque no es ejemplo de lo que es “ser gay”, pero no toda historia puede ser feliz y los conflictos de la homosexualidad han sido difíciles.

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