domingo, 9 de junio de 2019

Diario cinéfilo: ciclo de Ang Lee (1): Brokeback Mountain (2005)

(Las entradas sobre este ciclo están dedicadas a todos con quienes alguna vez vi una película de Ang Lee)

They believed themselves invisible
"Brokeback Mountain", Annie Proulx


Sábado, 8 de junio de 2019
11:30 pm
Se repite la sensación de extravío sentida hace ya trece años cuando salía de ver Brokeback Mountain. Para aquel momento, había visto tres películas de Ang Lee previamente, dos en el cine: Crouching Tiger Hidden Dragon en el Cinex del Sambil con tres amigos del colegio, y Hulk en el Cinex San Ignacio. La segunda fue la primera película que vi solo en el cine. Y como muchas veces desde entonces, me ocurrió con una película rara (rara de una forma fascinante) de la que provoca hablar con alguien justo al salir de la sala.

Parece que divago, pero es un efecto del desasosiego tan potente que queda luego de ver algunas de las películas de Ang Lee y, sobre todo, Brokeback Mountain, vista hoy en una sala donde no éramos más de veinte espectadores. La pérdida latente durante todo el film puede precisarse con el asomo de un análisis somero: la música que se utiliza durante el recuerdo que le narra Ennis a Jack de cuando su padre le mostró a él y a su hermano el cadáver mutilado de un homosexual del pueblo. Son dos o tres notas musicales persistentes y un tanto agudas pero leves que invaden nuestros oídos dejando una sensación de inestabilidad total. Son las mismas notas que se repiten cuando llega a manos de Ennis la postal para Jack con el sello deceased (fallecido).

Son dos momentos distanciados temporalmente en el film, pero que conforman el alma de la película (si creemos que una película tiene alma, más allá de la Alma interpretada por Michelle Williams). Ni Lee, ni Ossana, ni McMurtry pierden de vista la certeza emocional de sus personajes. Hay distintos niveles de soledad en la historia, pero la de Ennis es la más profunda porque en su infancia vivió en carne propia el aislamiento. Y de todas maneras, ni siquiera él está exento de una empatía que sorprende cuando finalmente accede a ir a la boda de su hija mayor con un tipo desconocido para él. "Quien nada tiene, nada necesita", reflexiona Ennis  frente a su hija con la suficiente firmeza para delatar siquiera una cercanía a la sensatez.


Domingo, 9 de junio de 2019
12:16 am
He notado que varias personas se han desentendido de Brokeback Mountain por su "final triste", como si la película o el cuento en el que se basa no fuesen capaces de imaginar un final feliz para Ennis y Jack. Como si toda historia gay ahora tuviese que retratar relaciones factibles y exitosas. Pareciera que estas personas pretenden que los gays estamos exentos de las complejidades de las relaciones de pareja. El realizador y los guionistas del film arman, en apenas dos horas y cuarto, las ricas dificultades de las relaciones humanas.

No es fortuito que la ingenuidad de Jack termine aniquilándolo, aunque no sepamos si la versión de su muerte que imagina Ennis con la lacerante llamada a Lureen sea cierta o no. Y el autoengaño de la propia Lureen delata en esa misma escena un reconocimiento hondo de soledad, así se trate de un personaje secundario. Alma y Ennis son quienes quedan mejor parados, a pesar y gracias a su divorcio. Como espetó un espectador hablando con su interlocutor antes de que empezara la película: "Todos estamos divorciados. Ya eso de , se acabó". Y no por esto tenemos que dejar a un lado los matices ofrecidos por la trama, que además no son pocos. Cada personaje en el guión, complejamente dilatado por los guionistas a partir del breve cuento de Annie Proulx, es una clave para desengranar la desolación de los protagonistas. Y cada actuación tiene por lo menos una escena que deslumbra, como la desnudez en la mirada de Roberta Maxwell, el nerviosismo revelador frente a una verdad de Michelle Williams (a Michelle no le basta el giro ingenuo y certero de "Jack Twist? Jack Nasty!" en el diálogo y nos mete el dedo en la llaga con su mirada nerviosa en la escena) o la malicia sin compromiso ni moral de Randy Quaid. Incluso la ligereza en las presencias de Linda Cardellini y Kate Mara contraponen la densidad emocional de las parejas centrales.


1:20 am
Bastante se ha dicho de los protagonistas. Desde la escena en la que se ven por primera vez, hay algo en sus cuerpos que los supera. Los matices de Ledger y Gyllenhaal soportan además el paso del tiempo, un factor en la película que está labrado con sutilezas gracias a la edición. Los momentos valiosos están un poco más dilatados, mientras que los eventos importantes pero accesorios para el "esquema vital" de los personajes principales se nos escurren con una puntualidad escurridiza en el uso de recursos. En dos horas y cuarto, vivimos veinte años en la vida de estos personajes que consiguen varios trabajos, se enamoran, se casan con sus respectivas mujeres, tienen hijos, se ven varias veces, uno se divorcia. La fluidez en la edición no se conforma con mostrar estos eventos, sino que nos hablan de los conflictos profundos entre los protagonistas y su entorno. El encuentro final entre padre e hija es palpable en este sentido: en un segundo están brindando por su matrimonio y, al segundo siguiente, Ennis se despide mientras el auto de su hija se aleja con la estela del tubo de escape. El tiempo se ha esfumado y, como cosa rara, no nos damos cuenta hasta que detallamos los objetos que quedaron atrás.

Recuerdo, por cierto, una crítica que se quejaba de romantizar los primeros encuentros entre Jack y Ennis. Más allá de que es una imprecisión (si los gemidos y bufidos de antes en medio de la oscuridad no son suficiente indicio de que hay algo instintivo en la relación homosexual, están también las peleas físicas entre ellos o con otros hombres), nunca pudo ser más cierto lo que me dijo Tony A una vez: Jack y Ennis son quienes quieren ser en la intimidad, su conflicto es el entorno. Quien se queje de más escenas de sexo entre ellos justificando que Lust, Caution fue muchísimo más erótica, está perdiendo de vista que el conflicto ahí está en la cama, no fuera de ella como en el drama ganador de tres Óscares (menor el premio gordo de la noche, como todos podemos recordar). A fin de cuentas, nadie duda de que Jack y Ennis se aman. Pero cada uno de ellos tiene una postura diferente frente al amor. Que Ennis se acerque más a la personalidad de Jack con el gesto de las camisas, refuerza esta distancia, esta promesa que tanto duele como esa naturaleza enmarcada en la ventada en el plano final del tráiler donde vive Ennis.


1:57 am
Como suelo colocar muchos gestos y actividades entre interrogantes,  mi fanatismo por Ang Lee no me impide preguntarme el porqué de este ciclo. Lee es un director que empezó a trabajar con regularidad a principios de los noventa, lo que es una fecha relativamente reciente, mínimo comparado con los otros ciclos del mes: Cronenberg trabajó con regularidad desde los ochenta y, Friedkin, desde los setenta. Éstos además tienen obras de culto que Lee no tiene. En tal caso, Hulk que ni siquiera está en el ciclo.

Sumado a esto, la retrospectiva no está incluyendo sus películas más desconocidas, como su corto de 1982 o el que forma parte de Chosen. Ni siquiera incluye Ride with the Devil , su largo menos visto probablemente (apenas poco más de 630 mil dólares acumulados en la taquilla estadounidense), o sus indicios más palpables de versatilidad (su incursión en el 3D con Life of Pi o su perspectiva de los superhéroes antes de que fueran un fervor con Hulk). Es un ciclo que ni siquiera considera su recorrido por la guerra de Irak (Billy Lynn's Long Halftime Walk), película que no se estrenó comercialmente en Buenos Aires.

Estas aseveraciones parecieran probar que este ciclo es una pérdida de tiempo. En absoluto. Lee reta el concepto de autoría de muchas maneras y esto es lo fascinante en él. Hay temas recurrentes, hay acercamientos reiterativos. Pero siempre con un giro que nos engaña por completo. No todo ciclo tiene que estar enmarcado en un aniversario, así que bienvenida una oportunidad atípica para evocar la obra de un director atípico.

Por retruque, Lee fue mi primer acercamiento a la autoría, lo que en retrospectiva es una paradoja por su manera de cuestionar ese concepto. Valga la anécdota personal para recordar a este director para quien la intimidad siempre está delimitada por marcos de puertas que superan a los personajes, o los anulan como ocurre con Ennis cuando se reencuentra la primera vez con Jack: lo que queda es los objetos narrando en silencio una historia que sólo ellos conocen.

10:41 am
Unas cuantas horas después del visionado, el residuo emocional de la película sigue ahí. Los planos finales de las camisas guindadas en el clóset, junto con esa postal de Brokeback que parece lejos en el plano y, cuando Ennis va cerrando la puerta, se nos acerca esa imagen por un segundo; antes del corte que nos permite ver ese pasto enmarcado por la ventana. La (sobre)naturaleza finalmente ha sido contenida. O así parece.

Bastante se ha dicho de la falta de sexo en la película, pero ¿dónde queda el erotismo de Lee? ¿No es llamativo que a ambos hombres los vemos desnudos, sin necesidad de ver sus genitales? En una escena, Jack pela una papa y, al fondo, el contorno un tanto borroso del cuerpo desnudo de Ennis se ducha "al seco", como diríamos. Por supuesto que la papa y la ducha no importan, sino la distancia del deseo entre la mirada de Jack y el cuerpo de Ennis. Hay otra escena igual de cotidiana donde Ennis habla del tamaño de los testículos de un alce mientras se quita las medias. La masculinidad sugerida paulatinamente por la película es decodificada una y otra vez, hasta que poco importa el término.

Ahora, el desnudo de Jack es uno solo, mientras lava la ropa en un riachuelo. Su soledad en la escena pareciera sugerirnos una desolación mayor, pero no nos percatamos al momento. Lo llamativo es su desnudez en cuclillas, en medio de una tarea cotidiana, donde no hace falta ver sus genitales para detallar su cuerpo por un instante.

11:38 am
Mi primera inquietud para hacer un diario así, con los riesgos que implica (por ejemplo, el acto descaradamente egótico de autopublicar entradas diarísticas), es registrar en carne viva lo que deja una película; y además, un film ya visto años antes y atesorado como lo es Brokeback Mountain, pivote en mi existencia cinéfila. En pocas palabras, son textos para reconocer la fortaleza emocional de Ang Lee: la intimidad.

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