martes, 20 de noviembre de 2018

Tarde pero seguro: Incredibles 2 (Brad Bird, 2018)

¿Se puede ser padre y superhéroe a la vez? ¿Ser padre es ser un superhéroe? Estas son preguntas que asoma la secuela de The Incredibles que llega catorce años después. La espera valió cada uno de esos años, aún a pesar de los detalles que le impiden ser una obra maestra a la altura de Up (2008) o de la trilogía de Toy Story (1995-2010) que espera su cuarta entrega para el próximo año.

En esta ocasión, Helen Parr/Elastigirl es escogida para salvar el mundo, mientras que Bob/Mr. Incredible, su esposo, se queda en casa cuidando a sus tres hijos. Este cambio de perspectiva es un golpe al ego de Bob y un cambio en las creencias de Helen. Que la película muestre estas actitudes contradictorias mientras hacen acrobacias para combatir el mal y mantenerse a flote como familia, es un paso adelante para cómo asumimos los roles masculinos y femeninos dentro de una sociedad.

La película recurre, a manera de homenaje, a los tópicos frecuentes en las historias de superhéroes, como también ocurría en la primera entrega. Y a pesar de esto, no se siente cansino por lo menos antes del final. La secuencia en la que Elastigirl se las ingenia para ejecutar un plan de localización de Screenslaver, hipnotiza porque eludimos  escuchar, o esto intentamos, el mensaje radial del villano y, al mismo tiempo, sabemos que es muy cierto lo que denuncia: la comodidad en el sofá hogareño entumece cualquier posibilidad de superación humana. Es Elastigirl la que llega al fondo del asunto o eso creemos momentáneamente.


Es ésa la escena más valiosa del filme, no sólo por sus referencias al cine negro o a las alusiones a un futuro distópico. Sino porque el discurso de Screenslaver llega al meollo del funcionamiento de una sociedad. Está ahí junto con los intentos, algunos fallidos, otros triunfales, de Bob por criar a sus hijos a pesar de problemas tan humanos como sobrehumanos.

Brad Bird sabe perfectamente que Edna Mode le hace mucho bien al humor de la trama. Sus comentarios punzantes sobre la crianza, la moda y la incapacidad sólo aguantan una aparición momentánea. Y lo hacen de maravilla ahora que descubrimos el lado familiar, pero nunca empalagoso, de Edna. 

Aún si la resolución del filme es previsible puesto que todo plan de los villanos tiene una falla, la segunda mitad de la historia pierde fuerza. Los superhéroes caen con facilidad en los planes de la maldad. Al responsable de tales planes no lo motivan razones muy novedosas más allá de vengar su pasado. Y las motivaciones de los personajes de reparto tampoco sostienen la resolución, si bien sus súperpoderes entretienen.

Dos aspectos valiosos del filme son la capacidad de sus creadores en hacer, por segunda vez, una película sobre la familia vendiéndola como una historia de superhéroes. No pareciera una película para niños, al menos en principio. Pero su ritmo mantiene en vilo y la animación elabora un mundo repleto de matices y figuras fascinantes para la vista. El otro detalle es el tiempo tan dilatado para estrenar esta segunda parte. Si lamentamos que Pixar haya caído en la tendencia de las continuaciones, en muchos de sus casos se han tardado para sacar las secuelas y la trilogía de los juguetes animados es prueba fehaciente de que es posible repetir y superar la calidad de las antecesoras. Si esta vez el resultado no es redondo, logra momentos de enorme observación sobre el contraste entre ser humanos y superhéroes, sin necesidad de oponerlos.

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