lunes, 25 de junio de 2018

Tercera jornada del Festival de Cine Venezolano de Buenos Aires

[Una versión mucho más resumida de esta jornada fue publicada en la página web A Sala Llena]

FECIVE 2018 – 3º Jornada, 1º función

Ayer en la tarde fueron presentados dos documentales para el inicio del tercer día del Festival de Cine Venezolano.

Abrió Cintema (2017) de Manuel Guzmán Kizer, un documental sobre el abuelo del director, el psiquiatra Manuel Kizer. Con una propuesta experimental, el corto atiende sobre todo a la obra artística al mismo tiempo que registra la lectura y los gestos del psiquiatra. Como si velando la identidad actual del entrevistado, atravesara su creación y el sentido de su obra que va desde pinturas, escritos y esculturas. La atención puntillosa es apenas un asomo a la vida de este hombre, pero basta como una incitación, o una invitación, a lo que hizo.

Es fascinante este abordaje por partes de un individuo, partes de su rostro y de su obra, que además se repetirá en otro de los cortos documentales presentados en esta fecha dentro del festival. Esta decisión reconstruye una identidad impedida en la vejez por la ceguera del artista, pero que no deja de revelarnos una profunda sensación de humanidad cuando termina el corto.

A continuación, fue presentado CAP – Carlos Andrés Pérez Dos intentos (2017) de Carlos Oteyza. Es una visión bastante parcializada de los dos gobiernos del presidente venezolano, quien fue el primero en repetir mandato en la Venezuela democrática. El documental sabe precisar el rol significativo que tuvo su presidencia dentro de la bonanza del país debido a la renta petrolera. Además asoma una inquietud para nada pequeña dentro del ser venezolano como un indicio de identidad: cómo reacciona tal ciudadano frente al petróleo, qué lo define frente a la riqueza económica.

Lamentablemente, el documental apenas asoma esta pregunta mientras hace un recuento, un tanto tergiversado en algunos aspectos, sobre todo en cuanto al primer mandato del candidato adeco. Es en la indagación del segundo período donde el documental alcanza más complejidad política y plantea un cierto suspenso de cómo llegamos de ahí hasta la situación actual del país. Es admirable que un documental histórico atrape y haga preguntas sobre la identidad de una nación, mucho más allá de los logros gubernamentales en diversas áreas.

Por otro lado, la película matiza verdades sobre algunos datos de los gobiernos del presidente, como la cantidad de muertes ocurridas en su segundo período debido a un intento de golpe de estado. Esto hace que la integridad con la que el guión pretende retratar a CAP sea dudosa y termine por traer a bajo un documental que, de resto, nos deja un sinsabor con su escena final: un presidente hablando por teléfono sobre la brecha de odio entre los venezolanos que debimos acortar. Pero al rato él mismo se daría cuenta de que estaba hablando solo y a los años, Hugo Chávez Frías llegaría al poder gracias, en parte, por afianzar tal brecha.



3º Jornada. 2º función

Al finalizar la tarde de ayer, fue presentado el biopic de Felipe Pirela, El Malquerido (2015), dirigido por uno de los directores de cine venezolano más conocidos y fallecido a principios de año, Diego Rísquez. La película estuvo antecedida por La T Invisible (2017), un corto documental de Patricia Ortega. Este trata sobre Sharom, un travesti enclosetado quien habla de su identidad de género y su relación con una mujer bisexual.

La opción del corto por retratar la vida de Sharom, sin mostrar su cuerpo completamente, sino partes de este mientras es maquillada y vestida, refleja una flexibilidad fascinante con respecto a cómo se identifica a sí misma. Es un hombre que disfruta vestirse de mujer. Y este goce se traduce en escenas donde el espejo, el cuerpo y la palabra adquieren otro significado. No son una mera herramienta, sino un verdadero símbolo de identidad. Hay, además, una conciencia valiosa por parte de la entrevistada que exuda claridad a pesar del jugueteo entre lo que es el cuerpo masculino y con lo que se identifica su mente. Como si al final, tal agudeza implicara jugar con lo que uno desea ser, con la seriedad que implica todo juego.

Por su lado, El Malquerido sigue la turbulenta vida amorosa del cantante de boleros Felipe Pirela. El gran valor de la película es su propuesta estética que va más allá de su cinematografía. La atención de la cámara a la arquitectura de muchos de los sitios donde se ambienta la historia es un testamento a la cuestionada época de la dictadura perezjimenista donde fueron construidas muchas de estas obras. Así, la película se convierte en una excusa para detenerse en estos monumentos y cómo los personajes adquieren dimensión frente a ellos.

De resto, algunas actuaciones atrapan, como la breve aparición de Samantha Castillo como La Lupe o la brevísima de Vicente Peña como Cheo García. Todo esto en medio de una historia poco atractiva que apela a métodos usados previamente en otras películas, y con resultados igual de torpes como es el caso de Ray (2004), para resumir los éxitos más famosos del cantautor: en una imagen se deslizan las marquesinas de los teatros donde se presentó o noticias conocidísimas sobre su vida. Ningún mayor indicio de aburrimiento como este y que da cuenta de que el biopic falla cuando quiere abarcar toda la obra de un artista como si se tratara de un libro de historia que leemos apuradamente.


Al final, la presencia tibia de Jesús “Chino” Miranda como Felipe Pirela apenas evita el fracaso total de la obra con su voz que sorprende mucho más que sus dotes actorales, aunque sepamos en el fondo que no deja huella como lo hizo el bolerista de Latinoamérica.


3º Jornada. 3º función

El Inca (2016) de Ignacio Cottin cerró la tercera jornada del Festival de Cine Venezolano de 2018. Lo antecedió el cortometraje El Hombre de Cartón de Michael Labarca, previo ganador del FECIVE en 2016 por La culpa probablemente.

Con planos tremendamente cuidados, Labarca narra el cumpleaños de un niño. Y lo hace con una capacidad de sugerencia en cada imagen  que brinda el chance para hablar del encierro, el autoengaño y la insatisfacción sin siquiera hablar de ello. Es difícil hablar de un corto donde el sentido está concentrado en cada imagen, incluso cuando la misma piñata del cumpleaños simboliza un proceso de desintegración del cual el niño se resigna a formar parte porque implica, a fin de cuentas, crecer. Y esto quiere decir, no sólo cumplir años, que es la manifestación superficial del crecimiento, sino abrir la puerta a los testigos, mas no cómplices, del caos: los invitados y la familia. Que todo esto esté sugerido en más planos que en palabras hace de éste uno de los mejores cortometrajes dentro de una jornada más que fascinante entre las obras de breve duración.

Con respecto a El Inca, narra la tumultuosa vida del boxeador Edwin “El Inca” Valero, el único boxeador en el mundo en ganar dieciocho contiendas por nocaut. Su vida amorosa también fue compleja y terminó en el asesinato de su esposa y su posterior suicidio días después de cometerlo.

El film carece de una propuesta estética interesante, pero las actuaciones de Scarlett Jaimes y Alexander Leterni enriquecen con creces el resultado final. Su crecimiento paulatino es mucho más convincente que, por cierto, el ocurrido en el otro biopic de la jornada, donde también se trata de amor entre jóvenes. Jaimes y Leterni se transforman en su acento y su corporalidad frente a los personajes que interpretan. Esto se convierte en el centro de atención de un película que se siente extensa, si bien excede por poco las dos horas.

Más ha sido la polémica que generó por la salida de las carteleras venezolanas después de dos medidas cautelares, que los riesgos en sí tomados por la película. Apenas leves referencias en ella al vínculo del boxeador con el difunto presidente Hugo Chávez Frías hicieron que fuera censurada por el gobierno.


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