martes, 24 de abril de 2018

A Quiet Place (John Krasinski, 2018): el lenguaje en medio del horror


A Quiet Place es una película de terror que se nos presenta con una pregunta: ¿Qué estarían dispuestos a hacer por su familia? Para Lee (John Krasinski) y Evelyn (Emily Blunt) la respuesta es simple, todo. Dirigida, co-protagonizada y co-escrita por John Krasinski, A Quiet Place se lleva a cabo en el año 2020, donde gran parte de los habitantes del mundo han sido aniquilados por criaturas hipersensibles al sonido. Estas criaturas aterrorizan a todo el mundo por su habilidad de acabar con cualquiera que haga sonido. Lee y Evelyn, padres de tres hijos deben lidiar con esto día y noche para lograr la supervivencia de su familia de la manera más silenciosa posible. Mientras esto es crucial para sobrevivir, Lee y Evelyn también desean que sus hijos vivan sus vidas lo más normal que puedan a pesar de esta catástrofe. Dentro de ese día a día también está Regan (Millicent Simmonds), la hija mayor de los tres, quien tiene su propia batalla contra el sonido ya que es sorda. La película incorpora esta dificultad de una manera peculiar ya que cada vez que vemos situaciones desde el punto de vista de Regan, se elimina el sonido por completo para así introducirnos en el mundo en el que vive ella. Una historia llena de miedo, amor, culpa y supervivencia, A Quiet Place logra establecerse dentro de las grandes películas del género de terror. Con aspectos del cine mudo, impecable iluminación, tensión y emoción, esta película no sólo logra cautivar nuestra atención, también la demanda. 

Javier Riquel
@JaviRiquel


El verdadero horror de A Quiet Place no son las criaturas que persiguen a esta familia a través de los ruidos que tanto evitan hacer, sino la profunda sensación de supervivencia que está presente en la persecución. Todo esto se manifiesta en el silencio al que se someten a partir de la llegada de las criaturas que merodean la zona donde viven ellos. Es un silencio extremo que los persigue a diario y del que apenas se desahogan en esa escena liberadora tras la cascada. El filme explora el lenguaje como medio de salvación frente a las complejidades del horror y la eventual independencia de los miembros de la familia cuando les toque actuar por su cuenta.

No hay elemento en el film que desentone. Todo está bien pensado y ejecutado en la historia: desde las actuaciones que se afianzan más en los gestos del cuerpo que en los diálogos hasta las acciones emocionantes que hacen saltar de la butaca sin sustos fáciles, sino con la sorpresa genuina de lo desconocido. Incluso pequeñas incongruencias que uno descubre apenas con lupa, como si uno hubiera vivido tales situaciones límite para saber qué no es posible, se pueden justificar dentro del universo del filme.

Sergio Monsalve, un crítico venezolano, hace alusión en su breve crítica sobre la película a que los monstruos podrían representar la amenaza de las películas comerciales al cine más independiente, representado por esta familia que se las ingenia para comunicarse, incluso en su manera de trazar un camino silencioso que no advierta de su presencia a las criaturas. Si tomamos en cuenta esta lectura, se agradece totalmente el gesto final de Emily Blunt ante la arremetida de más bestias: casi un guiño de heroína y, a leguas, valentía frente a un cine del ruido y el caos.

Eduardo Elechiguerra
@EElechiguerra



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