viernes, 7 de agosto de 2009

Bashu: ¿gustar o no gustar? He ahí el dilema


Una de las primeras personas del grupo que vio Bashu fui yo –sí, me consta porque le presté la película a varias personas–; lo curioso es que aun hoy me siento cohibida al tratar de dar una opinión sobre ella. Pasé semanas preguntándome si me había gustado o no; todo era un gran misterio para mí. Francamente no es el tipo de película que me gusta, pero tampoco puedo decir que está dentro del tipo que me disgusta.

Me pareció interesante poder acercarme al modo de vida iraní: sus familias, sus costumbres, sus creencias, sus prejuicios; todo. Pero creo que la película tiene una gran falla: nunca se sabe a dónde llegó el niño. Cuando la vimos, Moisés y yo pasamos largo rato intentando descifrar qué idioma era ese: que si era un tipo de árabe, que si era una lengua de un país fronterizo con Irán y demás hipótesis sin sustentación alguna surgieron durante largo rato. Si no es porque Moisés me dice, días después, que el chamo había llegado a un lugar dentro del mismo Irán jamás me habría enterado. Y ese dato cambia muchas cosas: no es un niño iraní que se volvió un refugiado extranjero; es un niño que está refugiado y está siendo tratado como extranjero en su propio país. Eso expresa lo aisladas que están unas con otras las poblaciones en Irán: un país que reúne muchos países en uno; un mini-continente, quizás. Eso expresa desconocimiento. Pero el hecho es que para todo aquel que no sea experto en idiomas del medio oriente, o que resida en aquellos lares, la película no esclarece mentes: falla; no explica de dónde vino el chamito ni a dónde fue.

Es innegable el cuidado estético de la fotografía; el vestuario fue también interesante e incluso la temática, pero aun hoy sigo preguntándome si me gustó o no. Definitivamente no forma parte del tipo de películas que elegiría ver; aunque pueda tildárseme de insensible o lacaya del capitalismo, prefiero el cine estadounidense, latinoamericano, europeo y bollywoodense. A lo mejor mi mente no está en la misma frecuencia que la de las culturas asiáticas no occidentalizadas, no sé; júzguenme ustedes, pero no sean rudos, como los iraníes con el negrito –que no era un espíritu maligno, sino un incomprendido en su propia tierra–.

1 comentario:

  1. No había visto como falla que la película no concrete de dónde viene y adónde llega Bashú en cuanto a las diferencias culturales de ambos sitios. Sí, tal vez le resta fuerza al aislamiento que él pueda sentir estando en un país ajeno, pero hay indicios (la reacción de la aldea ante su llegada, por ejemplo, o la narración de la muerte de sus padres) que muestran que él se siente indefenso ante ellos.

    ResponderEliminar