Por Maricruz Gómez
La ballena (The whale, EEUU,2022), sigue durante cinco días a Charlie, un profesor de inglés que imparte
clases en línea, quien intenta reconciliarse con Ellie, su única hija, la adolescente
rebelde. Él vive confinado en su departamento debido a la
obesidad mórbida que padece por lo que es dependiente del cuidado y
sobreprotección que le brinda Liz, amiga y enfermera interpretada por Hong Chau.
Este es el noveno film en la carrera del director y guionista estadounidense Darren Aronofsky, reconocido por realizar películas perturbadoras en las que sus protagonistas se enfrentan a situaciones límite que los hacen sentir angustia y dolor. Entre las más conocidas encontramos Pi: El orden del caos (1998) y El cisne negro (2010).
La ballena es la segunda adaptación
que Aronofsky lleva al cine. Hace más de veinte años presentó Réquiem por un sueño (2000). La misma fue reconocida con varios premios como la Espiga de Oro obtenida en el
Festival de Valladolid. En esta ocasión, la
adaptación de la novela y puesta en escena homónima y autobiográfica de Samuel D. Hunter, es protagonizada
por Brendan Fraser, quien después de participar en filmes para gran público
como George de la selva (1997) y la
saga de La
Aronofsky y él nos van revelando poco a poco los hechos y personajes que intervienen en la historia personal de Charlie, lo que nos permite entender por qué alguien
llegaría a una situación como la que él tiene. También nos muestra la forma
masoquista en la que él trata de compensar a su hija (Sadie Link), el abandono del que fue
objeto a los 8 años, cuando él decidió ir tras su felicidad al lado de la
persona que él considera el amor de su vida.
El drama humano nos presenta varias interrogantes: ¿cuidar
y alimentar implica sólo procurar la salud, el bienestar y la vida?
Debido a que muestra todo aquello que padece Charlie en
cuerpo y alma, y que las personas que interactúan con él lo miran y expresan
con gestos y palabras el asco, desprecio y lástima que les produce, haciéndonos
partícipes, de alguna manera, de la gordofobia que impera en nuestras
sociedades. Por esto se le ha criticado fuertemente, debido a la
representación que hace de los cuerpos que no corresponden a la normatividad y
estereotipos de belleza hegemónicos.
Por una parte, al realizador se le ha reconocido el
excelente trabajo de maquillaje, efectos especiales e interpretación actoral
para mostrarnos el sufrimiento y discapacidad de una corporalidad de más de
doscientos kilos. Por otra, se le ha criticado debido a que no recurrió a un actor de talla grande para
interpretar el rol de Charlie y sí a uno que fue reconocido por su aspecto
físico estereotipado y que transformó su corporalidad,
reafirmando así la idea de que este film tiene como base una actitud
gordofóbica por parte del realizador, aunque pretende mostrarnos que no sólo él
o quienes la miramos lo somos, sino que es un prejuicio hondamente arraigado en
nuestra sociedad.
El director pone de nuevo frente a nuestros ojos cómo los excesos de comida, de cuidado, de desdén, o cualquiera que sean estos,
constituyen una forma de paliar el dolor emocional y sanar la culpa por haber
vivido la vida que soñamos tener algún día, a costa del sufrimiento de las
otras personas.
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