lunes, 19 de septiembre de 2022

Susurros y ritmos contemplativos en dos obras de Meritxel Colell

Susurros, claroscuros, planos detalle e imágenes granulosas interrogan al espectador de Dúo. La obra fue estrenada recientemente en España y es de Meritxell Colell. Atrae por la confidencia que implica para ella observar. Procuremos algunas preguntas antes de detenernos en esto.

En esta, la vigésimo segunda de Colell, ¿estamos viendo sueños y vigilia, o fragmentos de diario audiovisual de la amante en esta pareja de artistas? ¿Son estas sus confesiones? ¿Cuándo se separaron y actualmente siguen juntos? De antemano sepamos que responder con precisión estas preguntas o saber que este es el cierre del díptico iniciado Con el viento (2018); nos acercará solo a tientas a la intimidad insondable propuesta por Colell.


Mónica García y Gonzalo Cunill, los protagonistas, tardan en decir dónde están. Sí, podemos sospechar localidades por los créditos que se trata de una coproducción argentino-española, también por los tonos rojizos de la tierra, y el acento de algunas lugareñas. Pero la borradura de un lugar compŕobable reafirma que Meritxell también se interesa por las vaguedades.

Sepamos antes, o mejor dicho durante la obra, que esta pareja recorre Jujuy. Hace muestras de su trabajo actoral. Cansados de la ciudad y también de otros pasajes, han emprendido esta incertidumbre. Quizá también cansados de sí mismos, de una muerte paterna que se menciona a las apuradas. 

Mertixell confía en sus intérpretes y en la narración que si bien está fuera de plano, se escucha susurrada como si se dijera entre sueños o hablando a solas. Ello favorece la falta de límites buscada. 

¿Deberíamos estar escuchando esto? ¿A quién se lo dice? ¿A esos abuelos antepasados de los que hablan las mujeres jujeñas, ellos que custodian las montañas?

A contramano del ritmo sosegado de Dúo, la aceleración de La ciutat a la vora, obra mostrada recientemente en el 22 Doc Buenos Aires, ironiza la apertura con cita de Robert Walser*, escritor suizo. Esa contemplación posterior es apresurada por el montajey el ritmo.

Cada dos o tres segundos un corte entre planos muestra instantes situados filmados en el litoral limítrofe entre Barcelona y Colserolla. Además el catálogo de sonidos incluye bocinas, aleteos de pájaros y la voz de Meritxell indicando lugares. Con esta gracia sutilmente irónica, ella apresura planos filmados en súper 8 como susurrándonos mira con atención, no te confíes en exceso de las parsimonias citadas al inicio.

Su aprovechamiento de inserts, común en Dúo si bien con resultados diferentes, integran a los ciudadanos a una ciudad que pretende olvidarlos, como también los protagonistas decidieron olvidarse de la ciudad. Esta dualidad se retroalimenta dentro de cada película y también en la relación entre ambas. Ninguna plantea parias, más bien maneras de seguir recuperando la tierra y el autocuidado desde lo limítrofe. 

Mertixell los filma sembrando. Usan y muestran sus manos. Dicen cómo fueron olvidados por el ayuntamiento; cómo decidieron ponerse a un lado de lo central. Se resisten a ser filmados. Entonces son narrados por la realizadora o por la tipografía sobre la imagen. Así lo sentimos. 

En estos planos, la resistencia en las maneras de mostrar entrama con soltura lo íntimo de una comunidad. Levemente emotivo, el ritmo en la duración de los planos está sostenido por el montaje excepto en dos tomas donde la imagen en movimiento se detiene.

Así, Dúo y La ciutat a la vora pueden ser "sinfonías" donde comunidad e intimidad dialogan por la gracia técnica de Colell y su equipo. Como señala el propio Gamba, las comillas marcan varias décadas y siglos de diferencia en las maneras de componer e integrar hoy en día.


* "Con supremo afecto y atención tiene que estudiar y contemplar el que pasea la más pequeña de las cosas vivas, ya sea un niño, un perro, un mosquito, una mariposa, un gorrión..."

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