jueves, 24 de mayo de 2018

Isle of Dogs (Wes Anderson, 2018): la fidelidad canina frente a la dictadura

Si algo se le puede cuestionar a Isle of Dogs, la segunda película animada de Wes Anderson después de Fantastic Mr. Fox, es que más allá del ingenio de siempre, tan puntilloso, y la composición de planos armoniosos que provoca quedarse mirando por horas como si se tratara de cuadros pictóricos; hay detalles en la trama que son visibles como giros fáciles. Ciertas conveniencias que, incluso dentro del juego que alude directamente dentro de los códigos de la película (las traducciones simultáneas, los diálogos no traducidos, la referencias a flashbacks), se siente que son trampas donde nos sentimos levemente engañados, si bien lo aceptamos. 


Cedemos frente a ellas porque nos encontramos frente a otra joya de Anderson, esta vez un homenaje a los caninos donde los felinos quedan un poco mal parados a falta de suficiente representación. Hay sentimentalismo en el vínculo entre amos y mascotas, pero curiosamente no hacia el público. El guión sabe enmascarar los momentos tristes dejándolos en japonés, como si supiera que de traducirlo, nos delataría en llanto. Hay una ternura que termina siendo encubierta en las películas de Anderson, que nunca cae en lo empalagoso.

Se trata además de una reflexión política también que viene a colación urgente considerando la situación gubernamental de algunas sociedades latinoamericanas en la actualidad. El comentario sobre la política en la sociedad parece superfluo, pero si se hilvana sobre cómo la fidelidad es un rasgo fundamental para la convivencia, nos damos cuenta de que la cinta le está haciendo un buen lugar a la lucha por los derechos sin caer en maniqueísmos. Entrega un mensaje con frescura y muy bien camuflado con una estética encantadora.

Cedemos también frente al desfile de voces que nos encantan, no sólo porque reconocemos ciertos actores, sin importar si tienen apenas tres o cuatro líneas breves, y ya recurrentes en la filmografía de Anderson. También porque se siente que están disfrutando su trabajo brindándole voz a perros o humanos. El guiño al perro que disfruta de los chismes, al que Jeff Goldblum le brinda su voz, está entre los mejores del elenco.


Finalmente, la música tan vibrante mantiene en atención durante toda la cinta. Alexandre Desplat entusiasma una vez más con aires más orientales que a veces recuerdan a la partitura de Tan Dun para Wo hu cang long de Ang Lee.

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