domingo, 6 de marzo de 2016

Saul fia / El hijo de Saúl (Lászlo Nemes, 2015): búsqueda y dureza

Podría ser evidente que una película sobre el Hocolausto sea dura, pero muy pocas como la dureza de "El hijo de Saúl". En ella no hay sentimentalismos a pesar del objetivo que se plantea Saúl (Géza Röhrig). No hay melodrama, sino una contención tremenda que apenas se alivia al final, como un asomo apenas, como una sonrisa.

Y es tal dureza la que puede chocar en la película en contraste con la contención de Saúl. Él va claro en su búsqueda, esta búsqueda rodeada de deterioro y deshumanización; búsqueda casi terca como lo es la fe, búsqueda que lo define, que nos define. Porque en este entorno borroneado y fuera de foco, la empresa de Saúl se convierte en su única salvación verdadera. La película se encarga de desproveer de sentimentalismo la trama y ni siquiera la actuación de Röhrig se acerca a una emocionalidad intensa, sino al control, al disimulo, al gesto evadido, al nudo en la garganta que nunca se alivia, siempre tenso como debió ocurrir en esa época. La película nos hace vivir la fatalidad sin efectismos.

Al final, aunque todo parezca una insistencia fútil de parte de Saúl, el esfuerzo se hizo y tuvo sus resultados indirectos y, digamos, esperanzadores.


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