"Tal vez me convierte en un demonio ser capaz de pasarme de los brazos de Henry a los de Hugo".
[Hay un breve silencio que desnuda a Anais, desde su rostro hasta su cuerpo entero]
"Pienso esto mientras Hugo permanece acostado junto a mí".
"Amo a Hugo y... me siento inocente"
La calma de esta secuencia, con las palabras casi susurros de Anais, la calidez opaca que asoma candor entre sus labios y su mirada, los desnudos en sombras, el sueño de él y la vigilia de ella, excita. No es la desnudez explícita, que tienta, no es el sexo que acaban de tener, que alborota; es el placer antes de que se disperse para llamarlo orgasmo, es la energía de una levedad compartida sólo en lo que queda de la cama en la piel. El erotismo empieza en el rostro y en la película cada recuerdo se gesta como una provocación de la mirada donde el rostro en primer plano busca la intimidad, la confesión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario