Entre las imágenes, los gustos, los comentarios y las discusiones de un grupo de cinéfilos.
domingo, 5 de septiembre de 2010
Ozu: Primavera Tardía (1949)
Estaciones de tren, estaciones del año: maneras de estar del hombre, maneras de estar de la naturaleza. Las estaciones de tren son la entrada a otro lugar, concretan el traslado y marcan la distancia. Las estaciones de tiempo son el cambio de la naturaleza, no concretan ni marcan más que lo pasajero del tiempo. Ambas maneras de estar se permean también como maneras de estar, y por esto maneras de ver, del hombre.
Primavera Tardía nos invita a visitar a la familia Somiya y a sus allegados. No es una visita de cortesía, mucho menos de confianza. Es la invitación a ser un observador atento y sosegado ante su alrededor. Hacemos el recorrido en tren, no sin antes darnos cuenta de los pasajeros a la espera en cada estación, pasajeros a la expectativa en una vía que comunica lugares pero vuelve más efímero a cada viajero. Visitamos a Noriko y a Shukichi. A veces se nos muestran como dos desconocidos en un bar, como cuando acompañamos a Noriko y a Hattori: nuestra mirada los observa a ellos de espaldas, hablando con el cantinero. Da la impresión de que pudieran ser cualquier persona, unos desconocidos. Pareciera que hacerlos el centro de nuestra visita no impide que ellos también tengan algo de anónimos, como si la interacción con el entorno público implicase que la identidad, el rostro, se niega a ratos cuando estamos ante la sociedad.
Primavera Tardía es una invitación a la intimidad, la de la casa y la de cada uno de los miembros de la familia Somiya, al sosiego de lo íntimo donde la pérdida es un conflicto para los personajes, pero no un drama para el observador. La mirada de Yasujiro Ozu invita a asumir el dolor como natural, un dejar ir como la piel de la manzana que Shukichi pela poco a poco, un dejar ir como Shukichi comparte con su amigo, en el templo, sobre los hijos abandonando a sus padres*. La tristeza entonces viene, no por el dolor que es la semilla de cualquier vida, sino por el sosiego que brinda esta mirada: la capacidad de observar desde la certeza, curioseando siempre por debajo de las cosas y de las situaciones.
* Hay una ligereza tal en este momento, no sólo porque los dos amigos hablan sonrientes y entre chistes sobre los hijos que se van, también porque Ozu compone la situación con ellos viendo hacia el frente, pero la cámara los observa lateralmente: así, Shukichi y su amigo ven con tranquilidad lo que está fuera de su alcance, lo imprevisible. Qué mayor calma que esta.
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