martes, 6 de julio de 2010

Lola Montes: "la vida es movimiento"


“La vida es movimiento”. Ésa es la frase que Lola Montes, el personaje protagonista de la película homónima de Max Ophüls, utiliza para responder al compositor Franz Liszt cuando este le pregunta por la costumbre de la cortesana de hacerse acompañar de una carreta con sus pertenencias. Tras esa contestación, el músico parece sospechar que Lola le abandonará pronto para comenzar una nueva etapa de su vida en otro lugar y con otro amante.


Esta escena de Lola Montes (1955) podría resumir perfectamente gran parte de la obra de Max Ophüls, el cineasta al que debemos obras maestras como Carta de una desconocida (Letter from an Unknown Woman, 1948), El placer (Le Plaisir, 1952) Madame de… (Ídem, 1953). En todas ellas, la cámara, como si fuera un símbolo de la vida de los protagonistas, está en constante movimiento. Este peculiar estilo del realizador austriaco dota a sus películas de una extrañísima elegancia y ritmo. Por otra parte, y en el aspecto meramente temático, Lola, la protagonista de la cinta, es una buena muestra de las mujeres que el cineasta austriaco se encargó de retratar en gran parte de sus largometrajes: unos seres capaces de saltarse las normas sociales para conseguir sus objetivos amorosos.

No obstante, Lola Montes, a pesar de ser una muestra inequívoca de las obsesiones del cineasta, supone también una novedad en la filmografía del director: es su primera y única película en color. El motivo de este abandono del blanco y negro es muy sencillo: el escenario sobre el que se representa el drama de esta heroína es un circo, un lugar donde los llamativos colores forman parte de esa huida de la realidad que supone un espectáculo lleno de fieras salvajes, números acrobáticos increíbles y entretenimiento sin demasiado trasfondo. En este decorado, Lola es la fiera: aquella cortesana que, en su decadencia, se ve obligada por motivos crematísticos a realizar una extraña representación de una vida llena de “affairs” con políticos y artistas.

El tono circense y notoriamente falso de la representación contrasta con los numerosos “flash-backs” de la cinta, donde somos testigos de los verdaderos sentimientos que existen debajo de la apariencia frívola de la famosa cortesana del siglo XVIII. La tumultuosa vida amorosa de su madre, el fracaso de su primer matrimonio o la apasionada relación con Luis I de Baviera nos muestran que la máscara de “femme fatale” esconde un ser humano con sentimientos.

Por otra parte, y dejando aparte los aspectos meramente cinematográficos, Lola Montes, la que fuera la última película de Ophüls, parece haberse adelantado unas cuantas décadas a los programas televisivos del corazón. No es difícil ver en Peter Ustinov, el maestro de ceremonias del espectáculo circense donde trabaja Lola, a uno de esos presentadores que intentan disfrazar de respetabilidad los espacios televisivos encargados de desvelar los secretos y mentiras de los famosos. Por otra parte, Lola, interpretada con una extraña mezcla de frialdad y apasionamiento por Martine Carol, no se distingue demasiado de esos personajes del papel cuché siempre dispuestos al escarnio publicó por un puñado de parné. Por último, el público que abarrota el circo podría ser un digno representante de la audiencia de los programas del corazón: una masa inevitablemente conservadora que, pese a criticar a los famosos, envidia su vida llena de sexo, juergas y excesos.

No pierdo ocasión para felicitar la gran labor de recuperación de la obra de Ophüls que están realizando Vértice Cine y Versus Entertainment. Vértice Cine es la responsable del reestreno en Madrid y Barcelona de Lola Montes en una restaurada y reconstruida copia presentada hace un par de años en el Festival de Cannes. Por su parte, Versus Entertaiment ha sido la encargada de editar recientemente dos cuidadísimas ediciones en DVD de las maravillosas Madame de… y El placer, dos de la grandes obras de Ophüls. Si os gusta el verdadero buen cine no deberiais perderos la ocasión de adquirirlas.
Julio Vallejo

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