Entre las imágenes, los gustos, los comentarios y las discusiones de un grupo de cinéfilos.
martes, 20 de julio de 2010
"Necesitas consuelo (...) Hay geranios, hortensias, jazmín. Y tú agarras margaritas"
Fausta, canto.
Antes de la imagen
música de la voz materna
ecos de dolor y nostalgia
recuerdos de guerra resguardados
en los vaivenes de la música
aunque nunca vividos.
El principio fue el canto. Esta voz maternal y moribunda resuena como si fuera cantada por los ancestros de la tierra; voz resonando en la oscuridad; dolor hecho canto transmitido a Fausta, cantos que suenan como mitos transformados en miedos.
Los sonidos, latidos de la imagen
de los colores pálidos, a veces áridos
de los ecos a la naturaleza
a la vida arraigada a la tierra
tierra reseca por el sol
por el dolor
Fausta, siempre flor.
El resto fue la naturaleza. Entre miedos e incertidumbres, resguardada en sus cantos, rodeada de indiferencias, Fausta pareciera haber sido sembrada como una de las plantas que Noé, el jardinero, intenta leer, pero arrancada como esa misma flor que ella lleva entre dientes. Ella se aísla de su entorno, mas no de sus raíces. En su voz y en su mirada se lee y se escucha el miedo y el dolor, estos que brotan de repente sugeridos a través de imágenes hechas de cantos, silencios y opacidades más que de diálogos y gritos.
Querido Eduardo, muy buen texto. Pensaba que el miedo se expresa desde el lenguaje del cuerpo. Todo en Fausta connota miedo, y su cuerpo logra expresarlo desde miradas, silencios, incluso la manera en que camina. ¿Recordás?
ResponderEliminarLos lamentos del inicio junto con el piano roto en el jardín, me convencieron aún más de la belleza de este film.
Mañana extendemos esta idea!
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, aun siendo una película que pareciera estar hilvanada por imágenes poéticas fascinantes, esta corporalidad o lenguaje del cuerpo en Fausta es una de las mayores sutilezas de la película que he ido recuperando desde que conversamos al respecto hace semanas.
ResponderEliminarNo sólo su cuerpo es como una papa, seco y pobre, que va transformándose en una flor a lo largo del trato con el jardinero y con Aída, sino que es su actitud retraída la que pareciera anular su cuerpo, como si su dolor se cristalizara en su voz y en sus gestos evadidos.