Entre las imágenes, los gustos, los comentarios y las discusiones de un grupo de cinéfilos.
domingo, 13 de septiembre de 2009
El deseo- Semana II.
Si bien las escenas con las canciones (aquélla en casa de los matones de Frank, la del baile entre Jeffrey y Sandy) son las que tienen mayor resonancia en la película por la apariencia onírica que brindan dentro de momentos relevantes para la trama, pocas escenas en el cine me han parecido tan eróticas como la de la imagen: son los labios de ella (el color intenso, la textura), son sus ojos cerrados (si mirar es participar, ella lo que desea es dejarse al abandono) es cómo están dispuestos en el cuadro, es la expresión de ternura y morbo de Rossellini al dejarse tomar por él, es lo que Dorothy nos evoca desde que la hemos escuchado y visto cantar en el bar.
Sin duda, sin duda, sin queja ni crítica alguna. Pero no olvides el trabajo actriz-director, o ella o él, inventaron ese rostro pungido y suavemente, expresión que en el título se proyecta: Terciopelo (suavidad) azul (punzado, herido, mortificado) ¿por qué no es terciopelo rosa, o rojo? Justamente porque el azul es metal que brilla, noche, oscuridad punzante. Y allí tenemos ese rostro hermético e insinuante, sufriente y laxo, nada más erótico si reconocemos abiertamente que el orgasmo se parece al trance del dolor en el éxtasis.
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